CAPÍTULO DÉCIMO:
LAS LÁPIDAS DE LOS CAÍDOS
Altar de los Caídos en la plaza Cardenal Spínola de Campillos
1. Apología de la guerra:
A Heráclito de Éfeso le llamaban el “filósofo llorón”. De familia aristocrática, altanero y desdeñoso, al final de sus días se retiró del mundo y vivió en los montes. Siempre utilizaba la misma metáfora para expresar las leyes que rigen el mundo: La discordia y la guerra.
Nos decía, en griego: Pólemos pater pantom; kai pantom, pólemos" (La Guerra es el padre de todas las cosas; y, de todas las cosas, la Guerra).
Dos mil y pico de años después, nacía Hegel en Stuttgart, un 24 de Agosto de 1770. Se educó en el Seminario teológico de Tubinga y fue amigo del poeta Hölderlin. En Hegel, aunque sus ideas reposan sobre el suelo vital de una visión religiosa del mundo, subyace en todas ellas una solapada apología de la guerra. En la batalla de Jena contra el invasor Napoleón, murió un hermano suyo y él perdió su cátedra. Sin embargo el testarudo Hegel afirmaba: “He visto al Emperador a caballo, he visto la Razón a caballo”.
En la conciencia de Hegel habitaba un elemento pasional heredado de Baruch Spinoza, al que tenemos que sumarle el conocimiento de aquella hermosa jungla de vivencias e ideas que Balzac había expuesto con extraordinaria lucidez en “Las Ilusiones perdidas”, una parte de “La Comedia Humana”.
“Hegel es el álgebra de la revolución”, gritó una vez Alejandro Herzen. Y lo fue. Porque Hegel es el abuelo del fascismo italiano, del nacionalsocialismo alemán y del marxismo ruso, ideologías culpables de más de cien millones de muertos en guerras. Y esas tres ideologías alimentaron nuestra guerra civil. Siempre las revoluciones, las discordias y las guerras han configurado la vida, pasión y muerte de nuestra humanidad. Desde los mitos a nivel alegórico como es la “Gigantomaquia” o batalla de Zeus contra los Gigantes, narrada por Hesíodo en su Teogonía, podríamos detenernos en miles de historias bélicas, todas crueles. La famosa estela de cuarzo de la época de Nectánebo II que lleva el nombre de “Estela de los cuervos”, nos ofrece una de tantas incursiones de aquel rey de Asiria, Asurbanipal, retirándose de los campos de batalla, pisando sobre los cadáveres destrozados de los soldados enemigos muertos en combate, bajo una nube de cuervos que ya revolotean para lanzarse a la carroña. La guerra de los 30 años (1618-1648), una guerra religiosa de protestantes contra católicos, de católicos contra protestantes, y de todos contra los mandamientos de Dios, tuvo nueve millones de muertos, tantos como en la primera guerra mundial.
De las guerras mundiales y sus holocaustos mejor es no hablar. Aconsejo la lectura de la obra de James Petras, “Modernidad y Holocaustos del s. XX”, sobre la construcción imperialista y el asesinato masivo.
En 1970 Pol Pot y sus Jemeres rojos, apoyados por el gobierno de Hô Chi Minh, fieles al maoísmo y al comunismo internacional, iniciaron en Camboya una Guerra Civil. Entre 1975 y 1979 torturaron y asesinaron a dos millones de personas. Los Campos de Extermino se convirtieron en un Infierno de extrema crueldad. Más crueles todavía que los alemanes. Y el resto del mundo sin enterarse. No había muertos, esa palabra era tabú. Sólo había desaparecidos. Los cadáveres descuartizados eran utilizados como abono.
Las guerras de Nigeria, la destrucción de Biafra y las matanzas de Ibos, en resumidas cuentas no fueron más que sangre por petróleo.
El Infierno de Ruanda y Burundi fueron carnicerías entre hutus y tutsis, con la vista gorda de los gendarmes americanos.
Y en medio de todo esto, ¿dónde situamos a Dios? Padre nuestro (¡de todos, eh!), providente, omnisciente, omnipotente… que -según se dice en alguna parte- no se nos cae ni un cabello sin su consentimiento. ¿Qué hace Dios nuestro Padre, a dónde mira, por qué no sale en ayuda de los débiles, de los perdedores?
Dijo una vez Napoleón: “Dios sólo ayuda a quien tiene los cañones”. Es decir: La fuerza es la virtud suprema; la debilidad el único pecado. Los problemas casi siempre se han resuelto no con votos ni retórica, sino a sangre y fuego. Como hizo Bismark que dominó a Austria, humilló a Francia y fundó un Imperio.
En el mapa bélico del siglo XX, la Guerra Civil española, a nivel planetario, fue una guerra más. Una guerra que todavía se nos cuenta en dos versiones. Pienso que debiéramos sumar las dos y sentir vergüenza.
2. CAMPILLOS: Las lápidas de los Caídos, antes y después del 15 de Agosto de 1977.
2.1. El acuerdo:
Copia del Acta del Pleno (27-06-1977):
“En Campillos, a veintisiete de Junio de mil novecientos setenta y siete. En el Salón de Sesiones de esta Casa Consistorial, bajo la Presidencia del Sr. Alcalde Don César Rodríguez Docampo, con la asistencia de los Srs. Concejales que al margen se expresan; presente el Sr. Secretario-Interventor; se reúne el Excmo. Ayuntamiento Pleno en sesión ordinaria de segunda convocatoria, la que es declarada abierta a las veinte horas del día de la fecha.
El Punto E) del orden del día dice: “PROPUESTA DEL CONCEJAL D. FRANCISCO LOZANO ESCRIBANO:
La Corporación dada la finalidad perseguida con las propuestas del Concejal Sr. Lozano Escribano, acuerda aceptarlas en todos sus extremos.
Estaban Presentes:
El Sr. Alcalde Presidente, D. César R. Docampo
Señores Concejales:
D. Juan Garceso Gómez
D. Domingo Carrión Valencia
D. José Macías García
D. Francisco Lozano Escribano
D. Salvador Morillo Padilla
D. Juan Segura Gallardo
Faltan con excusa:
D. Vicente Navas Mesa
D. Francisco Caballero Mesa
Falta sin excusa:
D. Agustín Aragón Lozano
2.2. Pasos previos:
El acuerdo plenario tiene fecha del lunes 27 de Junio de 1977. Las lápidas se cambiaron el día 15 de Agosto de 1977. Entre una y otra fecha hubo un tiempo y unas gestiones, entre ellas la visita al Gobernador Civil D. Enrique Riverola Pelayo. Le fui a ver al día siguiente, que era martes, con una copia del Acta en la mano.
Don Enrique Riverola ya conocía el acuerdo tomado en Pleno el día anterior. Alguien, por conducto no oficial, había filtrado la información. El Gobernador me recibió con toda naturalidad. Muy tranquilo, muy atento, muy receptivo. Le entregué copia del Acta. La leyó y me dijo: Vamos a ver, César; a esto mismo tienen que llegar todos los pueblos de España. El problema está en saber hacerlo a su tiempo y bien, porque no en todas partes pasó lo mismo. Me hizo ver que la argumentación del Sr. Lozano Escribano era razonable, iba en la línea correcta, pero todavía España no era un Estado democrático, hasta que no se aprobara una nueva Constitución. Y añadió: “Campillos vais muy avanzados”. Y mirándome fijamente, me preguntó: ¿Cuáles son los argumentos del Alcalde? Entonces, poco más o menos, le dije lo siguiente: “-Vamos a ver, don Enrique: Mis argumentos se sustentan en vivencias. Yo no nací en Campillos. Llegué a Campillos a finales de 1964, después de pasar un año en Mora de Toledo, escribiendo un guión de cine sobre la Guerra Civil, después de aprobar el ingreso en la Escuela Oficial de Cine, para cursar Dirección cinematográfica en Montesquinza, número 2 de Madrid. (Más adelante he de explicar esta historia). Con esto, quiero decir que tengo vivencias desde muchos planos y lugares de España: Orense, Pontevedra, Palencia, Comillas, Salamanca, Madrid (Tielmes), Mora de Toledo, Sevilla y ahora Campillos. A mis vivencias personales le sumo las ajenas, en este caso las de todas las gentes que componen el pueblo de Campillos. Todas ellas juntas me invitan a reflexionar. Reflexionar para acertar a construir una forma de coexistencia apaciguada entre todos los que vivimos en un pueblo, llamado CAMPILLOS.
El Gobernador me escuchaba con atención, con la cabeza ligeramente reclinada sobre el puño de su mano izquierda. Después de referirme a la Iglesia Católica que nos estaba alentando hacia una confraternización, argumentando que todos éramos hermanos, todos hijos de Dios, todos víctimas de un mismo odio, continué diciendo:
-Mire usted, don Enrique; aquí, pienso yo, no se trata de fruslerías, no estamos pesando capachos de carbón. Se trata de los muertos, mejor dicho de “nuestros muertos”. Mi Corporación y el pueblo de Campillos saben que el Gobierno de Suárez ha aplicado amnistía a muchos españoles que están vivos, en varios tiempos, con bastante generosidad. ¿Y los muertos de nuestra Guerra Civil? ¿Qué hacemos con ellos? ¿Por qué unos en un altar y los otros en el olvido? ¿Quiénes somos nosotros para entabicarlos: ¡tú aquí y tú fuera de aquí! En una palabra, don Enrique: ¿Dónde acaba el odio y empieza el perdón?, me pregunto. Lo que sí tengo muy claro es que, ante casos como éste, un alcalde no puede bajar los párpados.
Estábamos ante una decisión de bastante más calado que cuando las banderas. Don Enrique Riverola, después de haberme escuchado con atención, no me dijo ¡adelante!, pero tampoco me dijo que No. Me dio a entender que él no se oponía a que realizáramos aquello que, en conciencia, estaba bien hacerlo, además de dimanar de un acuerdo Municipal después de que el Sr. Lozano Escribano había conectado con los familiares. Y yo también me había reunido, en el salón de Plenos, con los familiares de algunos mártires, de lo que pueden dar fe, que recuerde yo, por ejemplo, después de tantos años…; Juanita Gómez Recio (q.e.p.d.), Francisca Sanmartín Campos, y alguien más.
De manera que regresé de Málaga en la seguridad de que el Gobernador apoyaba y ratificaba lo que estábamos haciendo.
2.3. Ejecución:
Y, con todo el respeto que se merecían los mártires de uno y otro frente, he aquí lo que se cambió y cómo se hizo.
LAS LÁPIDAS ASÍ ESTABAN ANTES:
PRIMERA LÁPIDA:
CAÍDOS POR DIOS Y POR LA PATRIA
¡PRESENTES!
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA. Ramón García Ruiz (Presbítero). Cecilio Sánchez Molina (Presbítero). Diego Campos Moreno. Francisco Hinojosa Lacárcel. Diego Moreno Casasola. Juan Casasola Lasarte. Pedro Casasola Lasarte. Juan Campos Giles. Juan Gallegos Cuéllar. Rafael Núñez Núñez. José Sanchez Molina. Francisco Avilés Casasola. Manuel Mesa Rodríguez. Juan Ramón Alés Palop. Alfonso Alés Palop. Benito Avilés Casasola. Pedro Campos Pérez. Antonio Campos Pérez. Vicente Campos Giles. Carmen Casasola Lasarte. María Casasola Lasarte. Pedro Cañamero Vargas. Félix Enríquez Molina. Juan Gallardo Rueda. Juan García García. José Jordán Villavicencio. Antonio Mesa Rebollo. María Morgado Morillo. Alfonso Padilla Pérez. Pedro Padilla Ruiz. Francisco Padilla Santacruz. Cosme Padilla Santacruz.
SEGUNDA LÁPIDA:
CAÍDOS POR DIOS Y POR LA PATRIA
¡PRESENTES!
Francisco Sanmartín Moreno. Salvador Hinojosa Carvajal. José Mª. Hinojosa Lasarte. José Casasola Casasola. Antonio Casasola Casasola. Alfonso Casasola Casasola. Diego Núñez Núñez. Francisco Espinal Bermudo. Juan Gallardo Escribano. Pedro Gómez Fontalva. Francisco Gómez Fontalva. Juan Salguero Morales. Andrés Guerrero Martín. Manuel Fuentes Escobar. Miguel Manzano Jiménez. Francisco Espinosa Morales. Diego Moreno Layna. Eduardo Martín
Torres. Antonio Gallegos Rebollo. Pedro Linero Berdún. Pedro Delgado Palacios. Jerónimo Mora Morgado. Fernando Rueda Pérez. Leonardo Ferreiro Romero. Juan Salguero Infantes. José Peral Molina. Benito Avilés Romero. Francisco Mora Anoria. Ildefonso Campos Gallegos. Cayetano Espinosa Chinchurreta. Pedro Bermudo Delgado. Blas Florido Olmo. Juan Muñoz Carballo. Antonio Royán García.
Y ASÍ QUEDARON DESPUÉS:
Así las pusimos. Primero, a la izquierda, el texto básico (CAMPILLOS A TODOS SUS MUERTOS EN LA GUERRA CIVIL DE 1936-1939), y en la lápida a nuestra derecha los textos de Miguel Hernández y José María Hinojosa. Lógico, porque, en castellano leemos de izquierda a derecha:
Primera lápida:
CAMPILLOS A TODOS SUS MUERTOS EN
LA GUERRA DE 1936-39”
15 Agosto 1977.
Segunda lápida:
“No hay extensión más grande que mi herida. Lloro mi desventura y sus conjuntos. Y siento más tu muerte que mi vida.”
M. Hernández.
“Por que evitó tu mano unirse con mi mano. Y por que en nuestros labios no cuajaron panales…Cuando en mi cuerpo ardían los muros de mi cárcel, y ahora mi cuerpo es fuente por los cuatro costados, de donde brota el agua y manan libertades.”
José Mª. Hinojosa.
Sin embargo, cuando el gobierno socialista traslada las lápidas al cementerio, las coloca malamente al revés:
2.4. Explicaciones:
El texto que ahora aparece en la primera lápida es el que aprobó el Pleno Municipal. En cuanto a los versos de Miguel Hernández y José Mª. Hinojosa que pueden leerse en la segunda lápida, ésta es la historia: Cuando se decidió el cambio de las lápidas, me puse en contacto con la fábrica de extracción y tratamiento del mármol en Gilena, ese bonito pueblo más allá de Pedrera y al Sur de Estepa. Vinieron a tomar las medidas y quedamos en que yo les llevaría los textos que se iban a esculpir. Aquel mismo día por la tarde nos vimos Paco Caballero Mesa, su hermano Andrés y yo para escoger los versos. Estaba claro que teniendo Campillos un poeta de fama internacional, asesinado además en esa guerra, era obligado que su pensamiento estuviera allí:
“Por que evitó tu mano unirse con mi mano.
Y por que en nuestros labios no cuajaron panales…
Cuando en mi cuerpo ardían los muros de mi cárcel, y ahora mi cuerpo es fuente por los cuatro costados,
De donde brota el agua y manan libertades”.
( José Mª. Hinojosa)
También Miguel Hernández había sido un mártir de la Guerra Civil Española. Por haberlo sido, pero más por la fuerza de su verso, optamos por él, seleccionando estos tres cortos versos:
“No hay extensión más grande que mi herida.
Lloro mi desventura y sus conjuntos.
Y siento más tu muerte que mi vida”
(Miguel Hernández)
Recuerdo que, no hace mucho, TVE nos ofreció la vida y la muerte de Miguel Hernández donde, como síntesis final de su vida y su verso, los guionistas habían coincidido con nosotros, subsumiendo su biografía en esos tres mismos versos.
Esta elección, repito, se llevó a cabo por Andrés Caballero Mesa, Francisco Caballero Mesa y yo. Una tarde, en la acera de la Calle San Sebastián, estando los tres de pie frente a la fachada de la iglesia parroquial. Andrés Caballero Mesa tenía en sus manos uno o dos libros de poemas, uno de los cuales creo recordar de la “Editorial Losada” (Buenos Aires). Han pasado casi 40 años. El caso es que la elección de esas dos estrofas (pienso yo que afortunada) se os debe a vosotros. Yo me limité a apuntar la letra de los versos y, al día siguiente correr a Gilena, para que todo estuviera listo el día 15 de Agosto de 1977, justo cuarenta y un años después de una de las “matanzas” más inhumanas acontecida en Campillos.
Ese mismo día 15 de Agosto de 1977, D. Federico Manzano Sancho, que había sido Alcalde de Campillos (desde el 1-IV-1939 hasta el 24-I-1940, sustituyendo a D. Eulogio Monteagudo Garrido, cesante por enfermedad) escribía su juicio y su valoración sobre lo que nosotros habíamos llevado a cabo. D. Federico Manzano Sancho es quien había dirigido la construcción del altar a los caídos y había colocado las lápidas con los nombres que en ellas figuraban. Pues bien; don Federico Manzano Sancho, que por entonces vivía en Antequera, enterado del canje o variación que el Ayuntamiento de Campillos había efectuado en su obra, esa misma noche escribió en su Diario Personal (editado con el título de “Nuestro Tiempo”, página 306), lo que sigue:
1977.- 15 de Agosto:
"El Ayuntamiento de Campillos cambia las lápidas que yo puse en la Cruz de los Caídos con los nombres de los muertos, en el Parque de la Plaza del Cardenal Spínola, por otras dos blancas en las que se dice: “Campillos a todos los muertos en la Guerra 1936 a 1.939”, y en la otra, una poesía de Miguel Hernández, Pastor poeta de Orihuela, y otra del hijo de Campillos José Mª. Hinojosa Lasarte. Apruebo y me agrada este acuerdo, así como el día en que lo realizan, que contribuye a la paz y concordia entre todos."
Por si el Sr. D. Ildelfonso Felguera Herrera, siguiera dudando de mi VERDAD, aquí tiene la prueba:
Nuestro Tiempo. Federico Manzano Sancho:
FIN
Campillos, Julio de 2018.
César R. Docampo
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CÉSAR RODRÍGUEZ DOCAMPO.
LA TRANSICIÓN EN CAMPILLOS (MÁLAGA), TRAS LA MUERTE DE FRANCO.
Recuerdos de quien fue el primer alcalde elegido a votos después de la muerte de Franco.