CAPÍTULO CUARTO:
LA TRANSICIÓN EN CAMPILLOS: 1ª Parte.
1. RECORDANDO.
Hace años, había en Campillos una emisora local en el trastero de la sacristía. Tiempos en los que no había televisión. Por las noches los lugareños conectaban el dial de su radio para oír noticias, bandos del Alcalde, bulos, chácharas, felicitaciones de casa a casa o entre novios, chascarrillos, paparruchas y demás asuntos de su peculiar universo.
Hubo buenos arciprestes (que ahora ya no, pero antes se proveían por oposición), y hubo uno, don José Sánchez Platero (fuerte, guapo y bien perfumado) quien, al irse de Campillos, arrambló con la emisora de la que nunca más se supo. Pero no quedaron ahí las cosas.
Al poco tiempo apareció por Campillos un curilla con sotana, pelos largos y mucha inquietud social. Llegó siendo un perdonapecados, que no perdonavidas. El tal curilla, al verse Presidente del Patronato, enarbolando los nuevos estatutos, se dijo: “¡El Patronato soy yo!”. “Caray”, pensaba la gente, “éste nos ha salido listo y no se le ponen las mejillas coloradas”.
Como alguien tratase de meter las orejas en las cuentas y cambalaches de aquella entidad benéfico-social, el aprendiz de arcipreste, situando ante sí a las ovejas y carneros que le habían sido confiados, en el fondo de su pensamiento se prometía: “¡Con muchísimo respeto, os he de ahorcar, juro a Dios!”. Así lo hizo y así fue.
Vendió tierras. No hizo viviendas sociales. Se apoderó de un Colegio y su edificio regentado por monjas de la Caridad (de la Orden San Vicente de Paúl), lo convirtió en un internado para niñas bien (en cuanto a dinero), echó a las monjas, se autoproclamó Director, y arrampló con todo.
Nadie se atrevía a refunfuñar. Tampoco lo apedrearon. Le pusieron “El curilla cambalaches”. Y él tan fresco, manteniéndose íncubo entre las poternas de Campillos. Hizo y deshizo. Se arrancó la sotana. Se casó. Se separó. Se volvió a casar, y así fue tirando por la vida, dicen que dice un sapo de nombre Floripondio, ojos de zahorí y pupila vertical.
En éstas, había un parroquiano aficionado a la cacería. Una mañana cogió la escopeta y subió al monte. Ya estaba de ojeo cuando se vio obligado a hacer de vientre y se puso en la trabajosa faena bajándose los pantalones detrás de un matojo para no ser visto. Mientras iba evacuando -dicen-, se quedó amnésico balanceándose en las musarañas. Veía a los galápagos tomando el sol entre las rocas sin dejar de mirar el remanso del río Corbones; observó a la gineta hembra en busca del arbolado; descubría serpientes peludas y al águila culebrera depredando sobre la culebra bastarda; vio también a esos lindos animales que son las nutrias, bañándose en aguas limpias, y supo el cazador que no perdían la costumbre de defecar encima de las piedras..., y pensaba el cazador: “¡Hay que ver! ¡Qué maravilla la de estos bichos cumpliendo su ley natural; los humanos, en cambio, incumplimos la intemerata”! Así venía meditando el cazador cuando entraba por las calles de Campillos con una brizna de hierba entre los labios.
A la muerte de Franco, ésta era la Corporación Municipal de Campillos:
Alcalde Presidente: D. Juan Cantano Solís.
Primer Tte. Alcalde: D. Domingo Carrión Valencia
Segundo Tte. Alcalde: D. José Macías García
CONCEJALES: D. Agustín Aragón Lozano
D. Francisco Caballero Mesa
D. Juan Garceso Gómez
D. Francisco Lozano Escribano
D. Salvador Morillo Padilla
D. Vicente Navas Mesa
D. Juan Segura Gallardo
Secretario-Interventor: D. Cipriano Cardona Escalante
Corporación (Alcalde y concejales) que algunos meses antes habían viajado a Madrid en compañía del Gobernador Civil de Málaga para entregar a Franco la medalla de oro de Campillos. Viajaron en el TALGO, llegando por la noche a Madrid y alojándose en el Hotel Mayorazgo.
A la mañana siguiente sobre las nueve, vino un microbús del Pardo a recogerlos y, como dispusieran de unas dos horas antes de ser recibidos por el Caudillo, mataron el tiempo dando un garbeo por los montes del Pardo, entreteniéndose, escenificando o ensayando el momento de acercarse y saludar a Franco. En ese ínterin, Agustín Aragón Lozano (la persona más buena en bastantes kilómetros a la redonda) confesó a los demás lo que en su mente tenía pensado hacer al verse, cara a cara, con el Generalísimo Franco, afirmando: "Cuando yo me vea delante de Franco, pienso decirle: “Mi general, mi padre luchó en la Guerra Civil con usted, y en nombre de mi padre que ya no vive, permítame que le dé un abrazo”. Y en éstas, el alcalde D. Juan Cantano Solís, se dio cuenta de que el concejal Juan Segura llevaba puestos unos zapatos de dos colores: negro y blanco, y le obligó a que bajase rápidamente al pueblo del Pardo a comprarse unos zapatos totalmente negros.
Ya en el salón de visitas, puestos en fila la Corporación Campillera con el gobernador y don Juan Cantano al frente, se fueron acercando, (con todos mis respetos) a una “calamidad biológica": A un Franco con la mirada perdida, desmemoriado y parkinsoniano. En cada choque de manos saltaba el Flash del Sr. Campúa (fotógrafo del Caudillo y profesor de fotografía de la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, que he de contarles lo que me pasó a mí en el examen oral que tuve con él).
Cuando le llegó la vez a Agustín Aragón, su mente se nubló y no se atrevió a decirle nada a aquel anciano, Generalísimo de todos los Ejércitos de España. Agustín Aragón tocó una mano flácida y algo fría. Al soltarla, Franco quiso girar y perdió el equilibrio. Se derrumbaba, pero su instinto hizo que se abrazara a nuestro Agustín Aragón Lozano, su áncora en aquellos momentos. Un abrazo para la historia de Agustín y de Campillos.
Días después, estando cada uno de los concejales en sus casas, les fue llegando la fotografía firmada por Campúa, previo pago de 500 Pesetas.
Y debo pensar que aquellos ediles memorables todavía conservan y con orgullo esa foto. Puedo imaginarme que las valoraciones históricas son pendulares. En un tiempo, Franco estuvo en la cúspide. Ahora es denostado. Son muchos los que dicen que hemos pasado de una dictadura a un Estado democrático. ¿Democrático? En los Ayuntamientos, no. Aquellos concejales de entonces (ojo, me refiero sólo a ellos, no al alcalde) eran elegidos más democráticamente que los de ahora. El pueblo votaba para el “tercio familiar” nombre a nombre, y no a una lista cerrada y bloqueada presentada por un partido. Aquellos concejales, igual de capaces y preparados como los de ahora, no cobraban una chica. Que hubiesen pertenecido a una época que algunos valoran con desdén, a ellos no les atañe para nada. Y yo, desde la lejanía, treinta y nueve años después, no sólo los recuerdo con cariño; es que, si volviese a ser alcalde, me sentiría muy orgulloso de estar nuevamente con ellos, o con gente como ellos. Seguro que hoy lo haríamos bastante mejor que entonces, entendiendo que a nosotros nos tocó administrar pobreza. Hoy se administra riqueza y buenos dineros. Las Corporaciones de hoy, comparadas con las de entonces, nadan en la abundancia. Los números cantan: En 1976 el Ayuntamiento de Campillos, para una población de unos 7.158 habitantes, tenía un Presupuesto Ordinario de unos Catorce millones de pesetas. Hoy Campillos, con un censo ligeramente superior, dispone de un Presupuesto Ordinario que andará, aproximadamente en los Mil Cuatrocientos Millones de las antiguas pesetas. Es decir, hoy administran un presupuesto cien veces superior al de entonces. Me refiero a Presupuesto Ordinario. Además, en aquel entonces, no nos llegaban dineros de Europa a manos llenas, como ha ocurrido en estos tiempos.
2. CAMPILLOS ELIGE NUEVO ALCALDE:
La muerte de Franco convierte a don Juan Carlos de Borbón en Jefe del Estado Español, al ser proclamado como Rey el 22 de Noviembre, en virtud de la Ley de la Sucesión en la Jefatura del Estado.
El día anterior a la muerte de Franco (19 de Noviembre de 1975) se aprobó en Cortes la Ley 41/1975, de Bases del Estatuto de Régimen Local. Ley que, en su BASE QUINTA, habla del Alcalde y dice:
1. El Alcalde será elegido mediante votación secreta efectuada por los Concejales del Ayuntamiento. Serán proclamados candidatos los vecinos de la localidad que lo soliciten de la Junta Municipal del Censo y reúnan alguna de las condiciones siguientes:
1ª. Ser o haber sido Alcalde o Concejal del propio Ayuntamiento.
2ª. Ser propuesto por vecinos incluidos en el censo electoral del respectivo Municipio en número no inferior a mil o al 1 por ciento del total de electores.
3ª. Ser propuesto por cuatro Consejeros locales del respectivo Consejo Local del Movimiento. (Que fue mi caso).
Con esta nueva Ley de Bases, el 10 de Diciembre, Fraga Iribarne ministro de Gobernación convoca elecciones a todas las alcaldías de España para el día 25 de Enero de 1976.
Así daría comienzo la transición en todos los pueblos de España.
Y fue entonces cuando don Francisco Caballero Mesa, siendo Concejal del Ayuntamiento de Campillos por el “Tercio familiar”, decide dar un paso al frente y presentarse para Alcalde de su pueblo.
Cuando Caballero Mesa intentó presentar su candidatura, alguien le hizo saber (no sé bien si fue el Juez) que debía jurar no encontrarse inserto en el Artículo “no sé cuántos”. Dicho en “román paladino”: Caballero Mesa no podía ser candidato a la Alcaldía porque en aquel momento era Director del Instituto de Bachillerato de Álora. Existía una ley obsoleta que disponía que los funcionarios del Estado, con cargos de responsabilidad no podían residir a más de 50 Kilómetros del lugar de trabajo. Parece que, por entonces, entre Campillos y Álora debía haber más de 50 kilómetros. Don Juan Cantano y, por ende, la Falange de Campillos y Málaga, lo sabían y, frotándose las manos, se dijeron: “Estás de enhorabuena, Juan; vas a ser el único candidato; tú seguirás de Alcalde”.
Del Ayuntamiento de Campillos, salió un oficio al Gobierno Civil de Málaga, poniendo lo dicho en conocimiento del Gobernador. Así figuraba en el libro de salida, mas la copia del oficio que debía quedar en el Ayuntamiento, no estaba en ninguna parte. Según parece -decían- don Juan Cantano la metió en el bolsillo y se la llevó para su casa.
Francisco Caballero Mesa, Catedrático de Geografía e Historia y Director de Instituto, empadronado y vecino de Campillos, no podía ser candidato a la Alcaldía de un Ayuntamiento en el que era concejal en ejercicio. Y, teniendo más razón que un santo, se cabreó.
Y una tarde se presentó en mi casa. Vino a contarme las circunstancias y a proponerme que me presentara yo para Alcalde de Campillos. ¿Yo? Y estuvimos hablando más de dos horas.
Cuando me percaté de que se me ofrecía participar en una carrera olímpica de vallas muy difícil de saltar, me decidí. Los Consejeros locales del Movimiento no querían firmar, no querían proponerme. Debo pensar que no es que estuvieran en contra mía; es que “habría órdenes” para que Juan Cantano fuese único candidato y así tener asegurada la continuación en la alcaldía.
Pero un consejero local, Paco Ruiz Padilla, primo de mi mujer, al enterarse del panorama, cogió un bolígrafo y un folio y salió a conseguirme las firmas. Ésta fue su estrategia, poco más o menos:
-Vamos a ver, tú; echa una firma aquí para César.
Y todos:
-Yo no. Yo no firmo para quitar a Cantano.
Y Francisco Ruiz:
-Si no se trata de quitar a Cantano. Vamos a ver. Se trata de presentar una terna y que vean que se actúa democráticamente. No firmas para que César sea Alcalde, sino para que se pueda presentar como candidato en unas elecciones a la alcaldía. Ya se sabe que el alcalde, ¿quién va ser? ¡pues, Cantano! Pero tenemos que cubrir unas formas, hay que hacer el paripé. Venga, vamos, firma ya, que tengo mucha prisa.
La sagacidad de Paco Ruiz Padilla, en menos de una hora, consiguió las firmas, y antes de anochecer tenía yo aquel requisito. Pero, sobre las diez de la noche, uno de los que habían firmado, se nos presentó en el piso suplicando que lo borráramos de la lista.
¡Sin ningún problema! -le dije, suponiendo que Juan Cantano, siendo como era Director y compañero suyo en el Grupo Escolar, le habría dado un tirón de orejas.
También supimos que aquella misma noche, desde el Gobierno Civil de Málaga, llamaron a casa de Paco Ruiz para que no “trabajase” contra Juan Cantano. El teléfono lo cogió su padre, D. Francisco Ruiz Acedo. Le dijeron lo que tenía que hacer su hijo. Pero aquel hombre respetable, (que, siendo mutilado de guerra, había sido Alcalde de Campillos desde el 14 de Junio de 1943 hasta el 3 de Febrero de 1952), una persona parca en palabras que escuchaba más que hablaba y muy respetado por las autoridades provinciales y locales, los puso firmes y ahí se acabó aquella “conspiración”.
D. Francisco Ruiz Acedo.
Hubo otras. La Falange de Málaga, a través de Francisco Cabezas, intentó utilizar otra clase de argumentos: Si Campillos votaba a Cantano, Campillos tendría consultorio médico muy pronto. Pero si Juan Cantano no era elegido, Campillos no tendría consultorio. Amenazaron y cumplieron su amenaza.
Sería muy prolijo contar los lances y peripecias por los que pasé antes del 25 de Enero (día de la votación). Con la documentación en regla, esperé a presentarla media hora antes de que finalizase el plazo. En el casino, en las aceras, por teléfono, eran unos cuantos los que querían saber si me presentaba o no para alcalde de su pueblo. Don José Macías, acechando. Si coincidíamos en la barra del casino, se acercaba:
-César, ¿te vas a presentar o no?
-Lo estoy pensando.
-La gente dice que, siendo como eres forastero, no conoces bien los problemas del pueblo.
-Bueno…, eso de forastero, en esta vida todos somos forasteros, estamos todos en camino. Y yo llevo en Campillos algo más de diez años. En cuanto a los problemas, esos problemas que usted dice que no conozco, decirle que los padezco y sufro, que es la más alta forma de conocimiento. Sí, habrá por ahí algún problema como el de la ganadería o el cultivo del girasol de los que yo no tenga ni idea. Pero vamos, esos problemas se pueden resumir en seis o siete folios y, mire usted don José, más difícil de comprender es la “Crítica de la Razón Pura” de Kant o la “Fenomenología del Espíritu” de Hegel, que yo explico a mis alumnos.
-Pues ve preparándote, se me dijo.
Antes de las Navidades, tuve que ir a Prado del Rey para entregarle a Miguel Pérez Calderón mi tesis de Periodismo: “Hacia una Ética de la Televisión Informativa”. Miguel Pérez Calderón, profesor de la Escuela y de la Facultad de Ciencias de la Información era quien visionaba y censuraba todos los programas informativos diciendo “esto sí, esto no”. Luego, en las salas de redacción se estructuraban los minutados de los informativos con Lalo Azcona a la cabeza, más tarde Eduardo Sotillos, escuchándose voces, estallando peleas. Siempre había algunos que se resistían a obedecer la “Voz del Amo”. Siempre había alguien que se levantaba y decía: “Tú, no lo sé, pero yo me he comprado un chalet en la sierra y necesito dinero, gilipollas”. (Se refería a los sobres bufanda). Miguel Pérez Calderón me repetía una y otra vez: César, todo esto acaba en peines.
Los informativos estaban en La Casa de la Radio, edificio adjunto al de TVE. Y aún recuerdo que una tarde, a poco de morir Franco, David Cubedo (hijo), Mari Carmen Izquierdo y yo nos fuimos, desde Capitán Haya donde estaba la Escuela de Periodismo, hasta Prado del Rey. Entramos en la Casa de la Radio, donde estaban los Informativos de TVE. Subimos a la primera planta, atravesamos la balconada con vistas al patio interior y entramos, dejando a mano izquierda la antesala y el despacho de Miguel Pérez Calderón. Todos los pasillos estaban custodiados por guardias civiles con la metralleta cogida con las dos manos. Mari Carmen Izquierdo iba delante nuestra cruzando ante las narices de la guardia civil en busca de la sala de redacción de los telediarios, mascullando en voz alta: ¡Que muera Franco y vengan los rojos! ¡Que muera Franco y vengan los rojos!
David Cubedo se perdió en busca del equipo que preparaba la retransmisión de la lotería de Navidad. Mari Carmen le hablaba a voces a un redactor, porque parece que no le pagaba lo que le pertenecía por sus crónicas sobre fútbol.
En el sótano, debajo de la cafetería estaba la cinemateca, y una cabina en la que todos los días, sobre las 10 de la mañana, entraba Juan Jesús Buhigas Arizcun para intervenir en la subasta de noticias a través de la UER (Unión Europea de Radiodifusión). En pantalla aparecían imágenes de manifestaciones por toda Europa contra España y contra Franco por el proceso de Burgos y los fusilamientos en Hoyo de Manzanares. Recuerdo una manifestación en París donde aparecían pancartas en las que se veía a un hombre, bajados los pantalones y en cuclillas, ensuciándose en el mapa de España. Decían al otro lado: ¡España, ¿compra?! Respondía Buhigas: ¡Compramos! Y, al salir de la cabina, le preguntaba yo: ¿Cómo es que compras, si después no sale al aire? Y me contestaba: “No sale, por supuesto, pero se le pasa al Gobierno para que esté informado”.
Aquel espacio era un sótano que servía como de archivo general de todo cuanto generaba TVE más RNE. Estanterías y estanterías con los rollos de celuloide donde estaba archivado todo lo emitido por TVE y RNE. Y recuerdo que, no hace mucho, hablando por teléfono con nuestro paisano Antonio Pardo, me dijo que esas estanterías y todo el material embobinado, estaban allí habiendo sido él el encargado de centralizar ese inmenso elenco de material en el sótano de la Casa de la Radio. Con el tiempo, aquello se habrá informatizado y vivirá, gracias a la nanotecnología en bucles de infinita memoria. Y muchas de esas cintas originales se habrán convertido en pasta, cumpliéndose aquello que tantas veces me decía Miguel Pérez Calderón: “César, todo esto acabará en peines”.
Guardo muy buenos recuerdos de aquellos espacios dedicados a los informativos de TVE en la casa de la Radio. Si en la primera planta se encontraban las salas de redacción donde se recibía y estructuraba toda la información con las consiguientes peleas a la hora de establecer los minutados, en el sótano reinaba la calma. Allí me encontraba casi siempre con Pedro Macía y Pablo J. Irazazabal, jefe de Internacional de los Servicios Informativos de TVE. Para ellos dos todo aquel mundo informativo llevaba otro ritmo. Encima de sus mesas de trabajo había un ajedrez, y echábamos alguna partida de vez en cuando. Pedro Macía era más vivo, estaba allí y no estaba allí, trasluciendo que su mente oteaba horizontes en lejanía. Era un tio guapo. Pero yo me di cuenta de que los realizadores lo trataban bien. Nunca nos dieron un plano de su cara que no fuese de frente, porque su nariz un tanto aguileña le restaría fotogenia. Pablo J. Irazazabal, era distinto. Buen conversador, hombre sencillo en el sentido óptimo del término, ustedes le recordarán porque siempre que surgía un problema en cualquier punto del planeta Tierra, allí teníamos a Pablo J. Irazazábal, explicando con sencillez y claridad las coordenadas del problema para contextualizarlo en clave geopolítica y que los televidentes comprendiéramos mejor lo que acontecía en cualquier parte del planeta.
En el edificio de Televisión se ubicaba la oficina para “Producción de Filmados”, regentada por un ilustre campillero: Antonio Pardo. Yo me acercaba a verlo de vez en cuando. Recuerdo una mañana, que estábamos los dos, cuando apareció por los pasillos Félix Rodríguez de la Fuente. ¡Si ustedes vieran el abrazo que le dio a Pardo! Aquel saludo a un campillero, me decía dos cosas: la importancia de aquel cargo y cómo le estimaban y agradecían su saber estar donde estaba. Algo llamaba mi atención: la camaradería con la que Antonio Pardo trataba a Félix Rodríguez de la Fuente, aquel ídolo de la pantalla. Era una “conversa” tan natural, tan llena de vida como cuando Antonio Pardo viene a Campillos por Semana Santa y se encuentra con su amigo Martín, el marido de Teresa Romero.
Otra mañana, me acerco a ver a Pardo y nada más entrar, estaba repartiendo material al equipo del programa Los Ríos. Me dice Antonio: César, acércate que te voy a presentar a Castanier, el Realizador. Dentro de poco salen para filmar el Guadalhorce. Y estuvimos hablando. Castanier me dijo que comenzarían por Antequera con una “porra antequerana”, luego Peñarrubia, Bobastro, Álora, etc. Y le dije yo: En vuestro guión falta un pueblo. ¿Dime cuál?, dijo él. Y yo: Campillos. Muy directo soltó: El Guadalhorce no pasa por Campillos. Claro que no -respondí-, pero cuando, desde el helicóptero, vueles el río Guadalhorce y los pantanos, toda España se dará cuenta de que allí quedan enterrados el cementerio y las casas de un pueblo, como en tantos y tantos otros sitios de España. Esas imágenes que TVE va a mostrar llegarán hasta el último rincón del país y los telespectadores se preguntarán: ¿Dónde estarán esas gentes desarraigadas, a la fuerza, de la cuna donde nacieron y se criaron? ¿A dónde se habrán ido? Pues muchas están en Campillos.
Diez días antes de las elecciones, se presentó en Campìllos el equipo de TVE encargado de filmar el río Guadalhorce. Sacaron planos de la fachada de la iglesia, la calle Real, plaza cardenal Spínola, parque Hinojosa, Grupo escolar Manzano Jiménez y alguno más. Domingo Carrión y yo fuimos con ellos hasta Peñarrubia. Cuando estábamos llegando al Arquillo, dice Castanier: Un momento, parad, vamos a sacar una panorámica de Campillos desde este altozano. Nos bajamos. Colocaron una cámara mirando al pueblo. Castanier trazó un barrido muy lento de izquierda a derecha para que el cámara supiera lo que él quería y cómo lo quería. Cuando se hizo la toma, me dice Domingo Carrión: Diles que saquen nuestra Fábrica de piensos y la Granja de José Ramón Conde. Se lo dije a Castanier y sacaron otro plano largo, filmando la granja y la fábrica de piensos con aquel letrero que decía “Piensos El Arquillo”. Siempre que TVE reponga el programa Los Ríos y salga El Guadalhorce, podrán ustedes constatar lo aquí expuesto. Domingo me dio las gracias y le dije: “Espero contar con tu voto. “Eso ya está hecho”, me respondió. Pero no me votó, votó a Cantano; y reconozco que hizo lo que debía hacer por lealtad a quien le había nombrado Tte. de Alcalde.
Una semana antes de las elecciones, salía yo de la ferretería de mi suegro, me vio don José Macías, se acercó y dijo:
-Vamos a ver, César: hemos pensado tener un encuentro con cada uno de los candidatos. A Cantano ya lo conocemos, pero tú eres una incógnita.
-Me parece muy bien -dije-; aplaudo esa idea venga de donde venga.
Yo sabía que venía de él, porque Cantano llevaba once años de alcalde y a la fuerza estaba más enterado de política municipal que yo; en ese encuentro, Cantano jugaba con ventaja, tenía todas las cartas a su favor. ¡Todas no!
Y le dije:
-De acuerdo, don José. Me parece muy bien. Pero pongo dos condiciones: Quiero allí a todos los concejales, primera condición; y segunda: que esa reunión sea tres o cuatro días antes de la votación, no más.
-Pues vete preparándote-, me dijo Macías.
Y respondí:
-Preparado estoy.
Comentándolo con Caballero Mesa, me dijo que no aceptase, que podía ser una treta. Yo no lo veía así. Siempre había creído en mi poder de persuasión, además de que, la verdad, yo me consideraba capaz y preparado para hacer cosas, ayudar a la gente y aupar a un pueblo.
Cuando faltaban cuatro días para las elecciones, me comunicaron que al día siguiente me esperaban en el ayuntamiento para ese encuentro. Daba yo clase en el Instituto en horario nocturno y a las 9 de la noche, crucé la Avda. de Teba (hoy “Familia Pascual Duarte”).
Entro en el Ayuntamiento y allí mismo me estaba esperando Antonio Escobar Maqueda (¿se acuerdan?, era uno de los funcionarios de Peñarrubia adscritos a Campillos junto con David Amador Moriana y José Anaya Mora). Maqueda me indicó que me estaban esperando arriba en el despacho del Alcalde y me echó un brazo al hombro deseándome suerte. Iba yo con mi traje oscuro y un abrigo azul con las solapas subidas hasta las orejas, como si fuera un gangster. Entro, se pusieron todos de pie, los saludé estrechando la mano uno a uno como si nunca nos hubiéramos visto, y dije:
-¿Dónde me siento?
-Ahí, en el sillón del alcalde.
Lo que vino después, sería muy extenso de exponer. Lo tenían bien estudiado. Me preguntaron de todo. Que les echara un discurso, luego hablarles sobre la educación en el pueblo, qué clase de amistades tenía yo en Málaga o Madrid para lograr éxitos en bien del pueblo, cómo pensaba resolver yo el problema del paro, etc. etc. En cuanto a eso de echar un discurso, dije que no me lo esperaba, pero que si había que echarlo, muy bien, y comencé diciendo: “Cuando hice entrega de la documentación al Secretario del Juzgado, me llamó la atención un cuadro colgado a sus espaldas con la torre de nuestra iglesia y un texto que dice: “Lex dura, sed lex”. (La ley es dura, pero es la ley). Entonces, quiero decirles que, si yo fuera alcalde de Campillos (y vamos a soñar), procuraría que la Ley, sin perder el cariz de ley, no fuese dura, fuese humana e igual para todos…”.
Como vieran que iba bien, me cortaron y Macías me dijo que hablase sobre la educación, luego sobre mis influencias en Málaga o Madrid, después sobre el paro y qué pensaba hacer yo para crear puestos de trabajo. Por supuesto, dije, ayudar a los empresarios desde la administración local, utilizando siempre el criterio de subsidiaridad más que el de supletoriedad, como era lógico en una sociedad de economía libre de mercado. Lo dije, señalando que en el supuesto de tener los medios para crear empresas, debía ser con sentido común.
Es decir: siempre, a poder ser, utilizando materias primas propias o cercanas al pueblo. Al nombrar la palabra empresa y fábrica, al instante observé que al concejal don Francisco Lozano Escribano se le iluminó la mente clarificada por una pregunta congruente. Paco Lozano, un hombre inmenso en memoria y altamente emprendedor (él había sido el creador y alma de la cooperativa de aceite en Campillos, es decir, sabía de lo que hablaba), me planteó una “aporía”. Vino a decirme que si montamos fábricas y empresas para crear puestos de trabajo, estaríamos contaminando las aguas y los cielos, a ver cómo usted arregla este problema. Aquella su aguda pregunta y envolvente estrategia, me obligó a recapacitar. Lo pensé muy rápido. No me quedaba más camino que ser pedante o tomarme las ideas en serio. De manera que fui audaz, diciéndole: Mire usted; allá por 1855, un sociólogo inglés, Herbert Spencer, escribió una obra que lleva por título “Primeros Principios”. Resumiendo o tratando de ser breve, les diré que Herbert Spencer (en “Primeros Principios”) quiere decirnos que las sociedades, igual que los seres vivientes, nacen, se desarrollan, crecen, envejecen y se mueren. Aquí, de tejas abajo, todo es imperfecto y contingente. Nada es eterno.
Después de mí, entró Juan Cantano. No soy quién para opinar. Sólo pienso que mis palabras dejaron en la conciencia de aquella corporación que yo era una persona joven, creativa y con ideas.
En aquellos tres días, según mis noticias, arreciaron los embates contra mi candidatura y a favor de Juan Cantano. Desde Málaga vino gente de Falange a hablar con cada concejal. Entre ellos, Carlos González de la Puerta, hermano del entonces Gobernador de Málaga.
Don José Macías, me dijeron, se presentó una mañana en la Caja de Málaga con un maletín lleno de dinero y le dijo a Vicente Navas Mesa: Si votas a Cantano, deposito aquí estos millones. Si votas a César, el dinero me lo llevo a otro banco. Y Vicente Navas le contestó que su voto era para César R. Docampo.
Perdónenme ustedes que me comporte así de explícito. Pienso que las gentes tienen derecho a saber cómo se gestó la Transición en su Pueblo. Lo siento si a alguien le parece irrelevante. A mí me parece que debo contarlo porque el curso de Campillos en aquellos momentos iba a depender de quién se sentase en la alcaldía, como iremos viendo. Por ello, lo tengo que contar, ¡a mi manera!.
Quiero acabar esta franja de reflexiones con dos pensamientos:
UNO. En mis once años antes de llegar a la Alcaldía, había tenido la oportunidad de conocer los alrededores de Campillos, sus plazas y calles, bares, comercios, así como una restringida colectividad de gentes de bien. La alcaldía, para mí, supuso un ensanchamiento físico del pueblo. Creció en mi cabeza ese mapa con los barrios de San Benito, La Pimienta, San José Obrero, Las Angustias, etc. Además del núcleo bien trenzado de sus calles, Campillos era como un ser viviente que respondía a mi presencia y me hablaba. Sus gentes, todas, me imponían un respeto. No eran mis vasallos. Al revés, yo estaba a su servicio y me sentía orgulloso de poder cooperar a su felicidad.
DOS: En toda esta historia, tuve un manager, un amigo siempre a mi lado. Su presencia, sus consejos y su fuerza explican que yo tuviera algunos éxitos. En la contienda que os he narrado, a él le debo los éxitos. Los concejales que me votaron (de los Nueve, me votaron Siete), me conocían muy poco. Y si Siete concejales confiaron en mí, ese milagro, se lo debo a Paco Caballero Mesa, porque él sí los convenció.
3. NUEVO GOBIERNO MUNICIPAL.
El domingo 25 de Enero, en el salón de Plenos del Ayuntamiento, votaron los concejales. Resultado: D. Juan Cantano Solís, 2 votos. D. César Rodríguez Docampo, 7 votos. Media hora después llamaban a la puerta de mi piso. Eran ellos con Caballero Mesa al frente que venían a entregarme la credencial firmada por el Secretario del Juzgado, con el VºBº del Juez. Dijeron que me fuese con ellos pues habían decidido llevarme a Peñarrubia y mostrarme las ruinas del pueblo y las canteras de donde Dragados había extraído la piedra para construir los dos pantanos de Guadalhorce y Guadalteba, asunto espinoso, pues la piedra estaba por cobrar por falta de acuerdo entre las partes.
Bajando por la escalera, el conserje del Casino, Sr. Medina, me hizo señas para que acudiera al teléfono. Desde Málaga llamaba D. Baltasar Peña Hinojosa para felicitarme. El segundo en hacerlo sería el Gobernador, D. José González de la Puerta.
Paco Lozano, al que yo veía muy gozoso y resuelto, me hizo subir a su Citröen 2cv dyane y tomando la carretera hacia Ronda, pronto llegamos a Peñarrubia. Entramos por entre los restos de la calle Real hasta las aguas del pantano, recordando yo una escena muy reciente: Hasta allí mismo habíamos llegado con el equipo de TVE cuando vino a filmar El Guadalhorce para el programa Los Ríos. Mientras los cámaras montaban trípodes y se disponían a filmar, el realizador Castanier se había separado tratando de situarse. Enseguida retornó diciendo: “¡Vámonos! Éste no es el Guadalhorce; es el Guadalteba”. Otro tanto me dijo un concejal: “Vámonos, César. Queremos que veas otras cosas”. Y me llevaron hasta las canteras para hablarme del pleito que había con Dragados sobre la piedra extraída y que estaba sin cobrar. Me hablaron también de los problemas con Confederación Hidrográfica del Sur. En Campillos había obreros del campo en paro que solicitaban poder cultivar las tierras del vaso del pantano Guadalteba no cubiertas por el agua. ¡Dios santo! Si me preguntasen en aquellos instantes cuál era el sentimiento que me embargaba, diría: Aturdido, no; emocionado, tampoco. Estaba yo en una nube, pero no me sentía Peter Pan.
Debo decir que aquella misma mañana, en el pueblo de Cuevas del Becerro, en circunstancias similares a las mías (quiero decir, no siendo el candidato de Falange) había sido elegido alcalde un hijo de Campillos, Alfonso Ruiz Padilla, profesor de EGB en aquel lugar. Me gustaría completar mis manifestaciones y recuerdos sumándoles las suyas. También en Cuevas del Becerro la Falange quiso aniquilarlo. Sí, he dicho aniquilarlo. Aún recuerdo lo que Alfonso, siendo ya alcalde, me dijo un día refiriéndose al candidato falangista al que había derrotado con los votos en la urna. Me dijo: “César; con aquel tío me crucé una mañana antes de la votación; iba o venía de cacería con la escopeta en la mano; al vernos, me miró girando los caños de la escopeta hacia mí, como haciéndome saber que, si pudiera, me pegaba dos tiros”. Estamos hablando de 1976, no de los años 40. Y así supe que, de cien alcaldes que tenía la provincia de Málaga, éramos nosotros dos los únicos no adictos al viejo Régimen.
Regresando de Peñarrubia, volvimos a pasar por esa recta entre la Granja “Piensos el Arquillo” y el puente sobre el ferrocarril. Esa planicie merece una pausa y un responso. En ese lugar, un 15 de Agosto de 1936, los “rojos” mataron y quemaron a 21 personas del pueblo, entre ellas tres mujeres: dos hermanas Casasola Lasarte y otra más. A todos los habían conducido hasta allí con las manos atadas a la espalda. Por esa misma carretera, el 13 de Septiembre de 1936, escapaban muchas gentes de Campillos, siendo perseguidas a tiro límpio, por las tropas del general Varela. En la refriega cayó herido de muerte D. Juan Durán Molina, Alcalde de Campillos desde el 30 de Marzo de 1935 hasta el 8 de Enero de 1936.
Y permítanme que os narre un hecho tremendo, explicable tan sólo desde un clima de guerra civil. Entre aquellas gentes que huían hacia Málaga (varones, mujeres y niños) escapando del tiroteo, iba un hombre cuya conciencia le decía que por qué escapaba si él no había hecho nada malo. Aquello carecía de sentido. Cuando ya iban lejos, entre Peñarrubia y Ardales, no lo pensó más y dijo a los que iban a su lado. “Yo me vuelvo, me voy para mi casa”. “Ándate con ‘cuidao’ -le dijeron-, no te vayan a matar”. Pero como su conciencia no le culpaba de nada, se dio la vuelta y encaminó los pasos en busca del pueblo. Cuando estaba entrando en la plaza de la iglesia, observó que en la esquina del Lamparilla había tres guardias civiles: la pareja y, algo apartado, el sargento. Fue hacia allí y se acercó diciendo:
-¡Buenas!
-¡Buenas!
-¡Que vengo a entregarme! –confesó.
Y dice uno de los guardias:
-¡Espérate aquí un momento!
El guardia se encaminó hacia el lugar donde estaba el suboficial y, cuadrándose, le dijo:
-Mi sargento; ése, que dice que viene a entregarse.
Entonces el sargento, desenfundando la pistola, se acercó al hombre y le ordena:
-¡Vamos! ¡Tira para el cuartel!
Cuando aquel buen cristiano se dio la vuelta e iba a dar los pasos dejando atrás el bordillo, va el sargento, levanta el arma y le metió un tiro en la cabeza.
La conciencia limpia y la memoria lastimada, los sufrimientos, pequeños gozos, amores y querencias de aquel decente campillero, alejábanse de un cuerpo que se orinaba, se orinaba y se orinaba… a poca distancia de un charco de sangre. (…) ¡Dios, ¿Dónde estás?!
Historias como ésta explican, no tan sólo la indignación, sino también el coraje y los comportamientos de muchos hombres y mujeres para no renegar de aquello en lo que creían, reafirmándose en sus tradiciones y en sus creencias. Lo digo porque siempre se habló de los “cambia-chaquetas”, pero en Campillos parece y consta que de ese gremio hubo muy pocos. Valga una muestra. Se la oímos contar una vez a José Mª. Campos Pérez (q.e.p.d.), en la esquina del Bar Lamparilla. Nos relató José Mª. Campos el incidente de un obrero socialista de Campillos en la época de posguerra. Un día fue llamado al Cuartel de la Guardia Civil. Cuando se vio frente al Comandante de Puesto que echaba mano de una carpeta y tiraba de papeles complicados, escuchó que le decían:
-Siéntate. Vamos a ver una cosa: tú que eras socialista…
-¡Alto ahí! -exclamó al instante aquel hombre corajudo; y corrigiendo al sargento, sin más ambages, le soltó-: ¡Que era, no! ¡Que soy socialista!
Y aquellos grandes, negros y guapos ojos de José Mª. Campos Pérez, detrás de unas gafas de cristal grueso para miopes, nos escrutaban a los allí presentes, como el que dice: ¡Ea! ¿Qué os parece? ¡Ahí queda eso!
El día que habían entrado las tropas nacionales en Campillos nombraron alcalde a D. Tomás Palop Campos. Y van ustedes a permitirme que muestre toda la cadena de mando hasta el día de hoy.
A saber:
1) D. Tomás Palop Campos (13-IX-1936 / 20-X-1936)
2) D. Antonio Avilés Fontalva (20-X-1936 / 15-I-1937)
3) D. Eulogio Monteagudo Garrido (Registrador de la Propiedad) (15-I-1937 /….), al caer enfermo le sustituyó D. Federico Manzano Sancho ( 1-IV-1939 / 24-I-1940)
4) D. Antonio Llamas Campos (24-I-1940 / 14-VI-1943)
5) D. Francisco Ruiz Acedo (14-VI-1943 / 3-II-1952)
6) D. Manuel Recio Campos (3-II-1952 / 13-V-1965) Cesa por defunción, le suple D. Bartolomé Cuéllar hasta el nombramiento de:
7) D. Juan Cantano Solís (14-X-1965 / 25-I-1976)
8) D. César Rodríguez Docampo (25-I-1976 / Octubre-Noviembre de 1977)
9) D. Juan Garceso Gómez (de Noviembre 1977 a Junio 79)
10) D. Fernando Parejo Romero (1979 / 1983)
11) D. Pedro Benítez Sánchez (1983-2003)
12) D. Pedro Durán Morgado (2003-2007)
13) D. Jesús Galeote (2007- 2015)
14) D. Francisco Guerrero Cuadrado (2015-…)
A partir del 1 de Febrero de 1976, ésta era la Corporación:
Alcalde Presidente: D. César Rodríguez Docampo.
Primer Tte. Alcalde: D. Vicente Navas Mesa.
Segundo Tt. Alcalde: D. Juan Garceso Gómez.
CONCEJALES: D. Agustín Aragón Lozano.
D. Francisco Caballero Mesa.
D. Domingo Carrión Valencia.
D. Francisco Lozano Escribano.
D. José Macías García.
D. Salvador Morillo Padilla.
D. Juan Segura Gallardo.
Secretario-Intervent. D. Cipriano Cardona Escalante.
Ese día juré el cargo, estando presentes: El Delegado gubernativo al que yo no conocía para nada, D. Juan Cantano, Alcalde saliente, los miembros de la Corporación; D. Antonio Mesa, Presidente de la Hermandad de Labradores; D. Diego Gutiérrez Mudarra, director del Instituto de Bachillerato; D. Antonio Benítez, entonces cura párroco; y algunas gentes de las más representativas del Pueblo.
Tras el juramento, imposición de medalla y entrega de vara, leí mi discurso. No sé la impresión que la autoridad oficial se llevaría sobre mí. Algo debió inquietarles porque, no muchos días después, a propósito de una reunión de todos los alcaldes de la provincia con el Gobernador en la Jefatura provincial del movimiento, recibí una llamada solicitándome que hablase en nombre de todos los alcaldes. Lo que allí aconteció lo contaré en otro momento. (Años después, en aquel Primer Curso Andaluz de Comunicación Colectiva, celebrado en los Colegios Universitarios de la Caja de Ahorros de Córdoba, (Septiembre de 1978), se me acercó un periodista de una emisora de Málaga que conocía aquel percance y me dijo: “César, ¿sabes lo que se decía sobre ti en los medios falangistas?” Se decía: “César está muy preparado, pero no es puro”.
4. - HOMENAJE A LOS FUNCIONARIOS DE ENTONCES.
Así como Platón había escrito sobre el pórtico de su Academía (“Aquí no entre nadie que no sea geómetra”), si yo volviera a ser Alcalde, sobre la puerta de entrada al Ayuntamiento, pondría un letrero que dijese: “Aquí no entre nadie sin sentido del humor”. En Campillos hay que saber descubrirse ante ese jodido sentido del humor, que relampaguea, rompe tus defensas y tienes que reírte.
A) ¿En qué se parece el ayuntamiento al imperio romano?, decían a mi llegada. En que manda el César.
B) El César ha unido la USA con la URSS, (por haber nombrado dos Ttes. Alcalde; un empresario y un obrero de izquierdas).
C) Una mañana, a los dos o tres días de ser Alcalde, entrando por las oficinas antes de subir al despacho, me paré sin poder creer lo que estaba viendo. David Amador Moriana, sentado en su mesa de trabajo, me estaba mirando a ver por dónde saldría yo. A sus espaldas estaba el armario metálico que siempre acostumbraba a estar cerrado, pero aquel día lo tenía con el reverso de las dos puertas mirando al público exhibiendo dos enormes fotografías: Franco y José Antonio, una en cada hoja de las puertas. Me di cuenta de que el resto de los funcionarios habían suspendido sus faenas esperando mi reacción. Hasta aquí la mitad de un gag cómico. Y me dije: “Nada de aspavientos; conviene quitar hierro”. Siendo breve en palabras, le hice ver a David que aquella exhibición ya no iba con los tiempos. Él cerró las puertas y yo me fui. La historia no había terminado; restaba la segunda parte.
A la mañana siguiente vuelvo al escenario. Estaba David sentado y, a sus espaldas, el armario otra vez abierto, pero esta vez con las efigies de dos “gachís” despampanantes en pelota viva. No le dije nada. Subí a mi despacho, llamé por el teléfono interior a Luís Cuéllar y le dicté el texto por el que a David le aplicaba mil pesetas de sanción.
Por ahí dicen que dar lecciones sin sentido del humor es como enseñar a nadar por teléfono. David (q.e.p.d.) no era de Campillos, era de Casariche (entre Herrera, Puente Genil y Badolatosa); tenía un corazón de oro y era el hombre más servicial que uno se podía encontrar. Aquella representación suya me hizo ver que se había integrado en los modos de inteligencia campillera, pero yo lo tuve muy claro: donde somos muchos, se requiere objetivar la autoridad.
Desde aquí mando un saludo cariñoso a su viuda Lolita Campos, junto con mis mejores augurios para ella y sus hijos.
El Ayuntamiento no era un edificio, sino un conjunto o equipo de personas al servicio de un pueblo. Todos, y no sólo Alcalde y Concejales, trabajábamos en la misma empresa para un mismo fin. Deseo hacer constar sus nombres y el sueldo mensual de cada uno (entonces) según nómina, como recuerdo histórico de gratitud por su trabajo y su fidelidad.
En aquel momento había dos muy estimables funcionarios tramitando su jubilación: D. Diego Morillo Carrasco y D. Diego Moreno Durán. Diego Moreno Durán, Oficial Administrativo desde tiempo inmemorial, atendía los servicios anuales: Quintas, Rústica, Urbana, Industrial, Estadística, Padrón de habitantes y algunas que otras certificaciones a petición de parte. Diego Morillo Carrasco con 40 años de servicio a la “Empresa” llevaba la Intervención de Fondos, puesto complicado y primordial en todo Ayuntamiento, siendo auxiliado al final por Emilio Campos Pérez:
D. Diego Morillo Carrasco (izda.) y D. Diego Moreno Durán (dcha.).
Nada más entrar yo de Alcalde, tuve que hacer unos cuantos viajes a Madrid, al Ministerio de Gobernación, para solventar la jubilación de Diego Morillo y Diego Moreno, teniendo en cuenta los años que ambos habían dedicado a la guerra civil. Tema, éste, que tenía una cierta complejidad. Y recuerdo que en el Ministerio me atendía un señor del cual sólo recuerdo su apellido: Sr. Piernavieja.
Todos los que trabajaban para el Ayuntamiento estaban en nómina, pero no todos eran de plantilla.
PERSONAL DE PLANTILLA y SALARIO MENSUAL:
D. Cipriano Cardona Escalante (Secretario): 50.000 Pts.
D. Andrés Avilés Avilés ……….……. 22.000
D. Luis Cuéllar Avilés ……................. 22.000
D. Bartolomé Martín Llamas………… 20.000
D. Emilio Campos Pérez …..………… 20.000
D. Juan Campos Pérez…….…………. 18.000
D. Francisco Jiménez Jurado …….….. 12.000
D. Alonso Pardo Gómez …..…………. 15.000
D. David Amador Soriana……………. 20.000
D. Antonio Escobar Maqueda ….……. 16.000
GUARDIAS MUNICIPALES:
D. José Anaya Mora ………………….. 20.000
D. Francisco Domínguez Catalán……. 20.000
D. Manuel García Lago……………… 20.000
D. Pedro Gómez Luna……………….. 20.000
D. Francisco Lara García …………….. 20.000
D. Juan Toscano Padilla …….……….. 20.000
EN NÓMINA PERO NO EN PLANTILLA:
D. José Cañamero Vargas …………… 16.000
D. José Márquez Martín ……..………. 15.000
D. Manuel Prado Mora …….………… 15.000
D. Pedro Martín Escribano …….……. 15.000
D. Alfonso Aguilar Segura ………….. 20.000
D. Juan Palacín Bermudo …….……. 18.000
D. Manuel Gutiérrez Galeote …..……. 15.000
D. Benito Herrera Gómez …….……… 18.000
D. Antonio Durán Reina ……..……… 15.000
D. Pedro Pérez Gallardo …….……….. 15.000
Dª. María Mora García…………………… 5.000
Dª. Ana Escobar Gallego…………………. 2.000
Dª. Catalina Galeote Salguero………….. 2.500
Dª. Ángeles Guzmán Luque……………. 5.000
Dª. Catalina Palacios Durán……………. 2.000
La primera decisión que tomamos, nada más ocupar el sillón, fue sondear a los funcionarios. Ya sabíamos lo que hasta entonces venían cobrando al mes. Se trataba de trabajar y hacer trabajar a los que estaban a tu lado, para lo cual era lógico que estuvieran contentos.
Acordamos lo siguiente. El Secretario, lista en mano, que hablase con ellos (uno por uno) a ver lo que ellos creían merecer. Paco Lozano, concejal de Hacienda, que estudiase hasta dónde podríamos llegar salvaguardando criterios y límites establecidos dentro del Capítulo 1º del Presupuesto. Por mi parte, cogí el coche y visité algunos ayuntamientos de los contornos similares al nuestro para conocer su política salarial. Recuerdo que en el Ayuntamiento de La Roda de Andalucía, me encontré de Secretario con D. Francisco Segura (q.e.p.d.) marido de Mª Luisa Campos, en algún tiempo Secretario en Campillos. Conjugando las tres informaciones, acordamos el incremento salarial para 1976. Esta forma de actuar nos situaba en una línea más acorde con la transición. Los políticos municipales no cobrábamos ni una peseta y estábamos consensuando el salario de los funcionarios. Hoy, en la Democracia, se hace de otra manera.
Cuando, tras unas elecciones, cambia el Congreso, Ayuntamientos y Diputaciones, lo primero que hacen los políticos es subirse ellos el sueldo (y, en este asunto, nunca hay votos en contra, todos dicen sí). A los funcionarios, cuando llegue, le aplican la subida según el IPC, y se acabó la historia.
5. IN MEMORIAM.
El humorista Miguel Gila, simulando que hablaba por teléfono, no sólo se señoreaba contra la guerra y los militares en campaña. También la tomaba contra los funcionarios de Ayuntamiento en la persona de un guardia municipal. Aparentando ser agente de tráfico en un cruce de calles, con el silbato en la boca, alzaba la palma de la mano izquierda para detener a un vehículo imaginario que solicitaba torcer hacia la derecha del guardia, porque otros tenían preferencia. Despejado el panorama, Gila volvía a tocar el silbato para que el conductor parado girase en la dirección solicitada, pero la mano derecha de aquel municipal (que era Gila) no tenía fortaleza, estaba inerte, era fofa, vaga, inactiva. Tenía que acudir en su ayuda la mano izquierda. Era la izquierda la que levantaba al brazo derecho para que el tráfico no se complicase. Y todos reíamos. ¡Qué poco valían los funcionarios!
Pues no. Los funcionarios de un Ayuntamiento son como son, no como nos lo diga Gila. Y yo quiero recordarlos exponiendo brevemente lo que cada uno hacía. También ellos han colaborado, silenciosamente, a la transición. Y creo que algunas veces el pueblo no conoce bien aquello que critica.
En el Ayuntamiento de Campillos, en 1976, funcionarios en Plantilla eran quince además del Secretario: nueve en las oficinas y seis guardias municipales. De todos ellos, hoy sólo viven tres: Andrés Avilés Avilés, Juan Campos Pérez y Pedro Gómez Luna. Pero quien entonces estuvo junto ellos y se sirvió de su ayuda y colaboración, desea recordarlos como eran, qué hacían, cuáles eran sus responsabilidades, pues también contribuyeron a la transición de su pueblo.
Recuerdo a Francisco Jiménez Jurado. Cinco años llevaba en el Ayuntamiento como Ordenanza Municipal, nombrado por la Junta Clasificadora de Destinos Civiles, procedente del Cuerpo de la Guardia Civil. Desempeñaba el cargo de Auxiliar confeccionando los recibos de agua potable, exclusivamente. Un hombre muy educado, de buena presencia, apacible y humilde.
Recuerdo a Bartolo (Bartolomé Martín Llamas) que había entrado en el Ayuntamiento como interino de Oficinas. Luego ganó en Concurso una plaza de Ordenanza. Después de Recaudador Municipal de Fondos cuyo cometido era confeccionar recibos de Recaudación de Basuras, Permisos Matadero, transcripción de Actas a libro, Expedición de pólizas; cobro por Licencias de Obra, Plusvalía. Bartolo, dicharachero y muy claro con todo el mundo, siempre iba por delante de ti porque ya te había comprendido antes de que tú terminases de hablar. Caminaba con las dos manos en los bolsillos, era un asiduo lector de periódicos y tenía una gran virtud: sabía siempre ponerse y estar donde le correspondía.
Recuerdo a Alonso Gómez Pardo, el hombre encargado de llevar y traer la correspondencia, además de, situado ante el despacho del Alcalde, atender, anunciar e introducir las visitas. Alonso Gómez Pardo era un ser angelical, en la sonrisa, en las palabras y modos de moverse. Me gustaría, alguna vez, visitar o encontrarme con alguien de su familia y decirles cuánto le apreciábamos todos por aquel universo de paz tan bien guardado, humilde, casi infinito, que Alonso llevaba dentro de sí.
Recuerdo a Emilio Campos Pérez por su inteligencia tan vívida, tan directa y clara. Era de lo más asertivo y entrante que había entre aquellos muros; un ejemplar más de esa raza-raza inherente en todos sus hermanos. Emilio Campos llevaría unos cinco años en el Ayuntamiento cuando yo aparecí por allí. Tengo entendido que él, primero, había ganado la plaza de Vigilante del Matadero Municipal; luego, auxiliar junto a Diego Morillo y, por último responsable de la Intervención de fondos. Como síntesis, diré que cuando hacía falta ponerse al teléfono para atender llamadas del Banco de Crédito Local u otras instancias similares, el único que sabía hablar, exponer, argumentar y exigir en bien de las arcas municipales, ése era Emilio Campos. Apenas necesitaba papeles, todo estaba muy claro en su cabeza, y era de una extremada contundencia frente a su interlocutor. Qué pena de un hombre que se murió tan joven, como su hermano José María.
Recuerdo, y bien que lo recuerdo a Luís Cuéllar Avilés, un funcionario que, desde 1946, venía sosteniendo todo el peso de la Secretaría. Un negociado recargado en exceso. En su máquina de escribir y en sus manos se formalizaba todo lo relativo a: Registro General de Documentos, Ayuda Familiar, Confección del borrador en sesiones de la Comisión Municipal Permanente y traslado de acuerdos; Expedición de todo tipo de certificaciones (salvo de Vecindad y Bienes); Distribución y control de notificaciones de otros Organismos; Despacho de la correspondencia (salida); Archivo de la documentación de entrada tanto particular como oficial; Archivo de Boletines Oficiales (Estado y Provincia); Multas de la Alcaldía; Bandos, Edictos, telegramas; Control Administrativo de Impuestos Municipales, excluyendo la recaudación; Confección de instancias a petición de parte o por orden del Alcalde; Archivo de las Listas de Lotería Nacional; D.N.I., parte administrativa; Expedientes de armas; Expedientes de Guarda P. Jurados; Archivo de los partes diarios del fontanero, del Vigilante de la red del agua, Cementerio, Jardines, etc.; Control de licencias de Taxis; Control de kilogramos diarios de carne sacrificada en Matadero; Petición de Informes; Control y archivo sobre recetas de Beneficencia; Material impreso para oficinas, Multicopista, etc., etc., etc. Luís Cuellar era medio Ayuntamiento. Exquisito en limpieza y presentación; un hombre que parecía, y así era, venía de muy lejos y que, cuando me enteré de su fallecimiento, vino a mi mente aquella bellísima secuencia: (después de morir Zapata, en la película de Elia Kazan, su caballo blanco huye a los montes y allí le vemos girando sobre sí mismo, porque aunque su amo ha muerto, su alma vive). Recordaré siempre a Luís Cuellar, con su boina a la cabeza en los días de invierno, trabajando para su casa, en el Ayuntamiento y las horas libres con Antonio Mesa. Una persona cabal, discreta y muy eficiente.
Sobre David Amador ya me he pronunciado. Venía del Ayuntamiento de Peñarrubia, así como Pepe Anaya y Antonio Escobar Maqueda. De Antonio E. Maqueda, quien me había dado ánimos y echado un brazo al hombro la noche de mi “examen oral” para Alcalde de Campillos, lo que nunca olvidaré es la noche en que se mató su hija a la entrada de Campillos frente al barrio de San Benito, porque el conductor que era de Ardales, se metió en la cuneta y estrelló el morro del coche contra una mole de piedra. Pepe Anaya (cabo municipal) y yo fuimos a verla al hospital de Antequera. No estaba ni en cámara ni en quirófano. La tenían sobre una mesa grande en una estancia sin ventanas siendo atendida por la presencia respetuosa de una monja o enfermera, no recuerdo bien. La hija de Antonio Escobar Maqueda tenía la cabeza abierta desde la frente hasta la nuca. Estaba agonizando. En las profundidades de su conciencia, para nosotros reinaba el misterio. Lo que Pepe Anaya y yo pudimos contemplar y sentir sólo tiene un nombre: Sagrado DOLOR.
Sobre los municipales tendríamos mucho que hablar. Vive Pedro Gómez Luna a quien recuerdo y he visto hace un tiempo. Sigue igual de fuerte, alto, noblote y muy entrante. No puedo extenderme mucho porque si entrase en el tema, no sólo tendría que hablar de Paco Lara (y aquella graciosa historia con un alumno interno de San José), del insigne Toscano, Francisco Domínguez, y muy especialmente del Padre de Manolo García, y cómo no de Pepe Anaya. Porque he observado que alguna gente se pregunta para qué sirven los municipales en un pueblo, como si nada tuvieran que hacer, permítanme decir lo que voy a decir. En pocas palabras, creo que lo mejor que puede acontecerle a un pueblo es que sus municipales no tengan que hacer nada, porque basta su discreta presencia. Y ya es mucho. Igual que en medicina, lo ideal es la preventiva para que no enfermemos.
Termino recordando a dos personas de aquel entonces: Juan Campos Pérez y Andrés Avilés Avilés.
Juan Campos pertenece a esa entrañable saga familiar Campos Pérez, a la que me refiero ya por tercera vez en esta crónica. Sobre Juan recuerdo que tenía la categoría de ordenanza, pero no sabría donde encuadrarlo, porque creo que disfrutaba o había disfrutado de largas licencias por asuntos propios. Debo confesar que le he conocido mejor después de irme de Alcalde. Hasta hace poco seguía en activo llevando todos los asuntos relativos al Catastro.
Recuerdo a Andrés Avilés Avilés a quien he dejado para el final, porque quiero cerrar con broche de oro. Andrés Avilés era el Jefe del negociado Nº. 3. Con unos 30 años de servicio en aquel entonces, desarrollaba el cargo de Depositario Habilitado. Cualquier cheque o documento por el que se movían los dineros necesitaba la firma de tres personas. Firmábamos el Secretario, Andrés Avilés y un servidor. Lo que se llamaba la Clave o Clavero. Sobre Andrés Avilés podría estar hablando mucho tiempo, además de que un hijo suyo fue alumno mío en el Instituto y yo no lo supe hasta finales de curso, cuando ya le había puesto su nota. Un detalle, eh. De Andrés recuerdo y quiero resaltar lo siguiente. Lo mismo al andar que al hablar o actuar, es exquisita soberanía: Un hombre tranquilo, sereno, pero firme. Así se muestra y expresa su conciencia sabia, muy segura además de noble. Si algo no concuerda con lo que esperaba de ti, Andrés Avilés baja los párpados, respeta tus ideas y no se altera ni un pelo. A mi parecer, su mejor virtud es la tolerancia, allá cada cual. Mas él se impone y gana casi siempre, por no decir siempre, porque siempre está en lo cierto. Desde Jerez le envío un abrazo y que Dios le conceda larga vida en esta vida.
Todos los funcionarios que aquí constan, así como los miembros de aquella noble Corporación, tenemos conciencia de haber cumplido un compromiso indesmayable. Podrán criticarnos en cuestiones puntuales y, a lo mejor, están en lo cierto.
Lo que sí estoy seguro es de que, sobre cada uno de nosotros, nadie podrá decir: “Se ha ido del Ayuntamiento más rico de lo que entró”.
NOTA BENE:
No hace mucho, acabo de enterarme de que Andrés Avilés también ha fallecido. Noticia que me ha estremecido. Y quiero mandarle a toda su familia, en la persona de su hijo Antonio Avilés Moriel, mi más sentida condolencia. En la seguridad de que Andrés Avilés disfruta ya de toda la FELICIDAD que se merece. Y es, ahora, cuando (misteriosamente), está mucho más cerca de todos sus seres queridos. Que así sea.
6. Discurso en mi toma de posesión:
ILMO. SEÑOR, QUERIDO JUAN CANTANO SOLÍS, ILUSTRE CORPORACIÓN, AUTORIDADES, EXCMO. AYUNTAMIENTO Y PUEBLO DE CAMPILLOS.
Quiero, antes de nada, expresar mi agradecimiento a esta ilustre Corporación, aquí presente, por su voto de confianza gracias al cual y en este momento presto la voz para ofrecerles a ustedes un avance de mi postura política, así como su proyección hacia el pueblo de Campillos.
Corporación ésta, que tiene el honor de haber pertenecido a una etapa histórica, queramos o no, importante, y tiene además la seguridad y certeza de encontrarse ya al menos con un pie en el umbral de un nuevo suelo político: el estilo DEMOCRÁTICO.
Es la primera vez, en muchos años, que personas elegidas por el pueblo eligen a su vez a un Alcalde. Entendiendo que estar con los tiempos no significa, por ello, renegar de cuanto hemos heredado. Ésta es la línea marcada por el discurso de la Corona. Y quiero, a este respecto, fijar la atención de ustedes en cuatro párrafos significativos:
PRIMERO: “HOY COMIENZA UNA NUEVA ETAPA DE LA HISTORIA DE ESPAÑA”, dijo nuestro Rey. Y yo pienso que es así, porque ésta se inicia en la paz, mientras aquélla tuvo sus comienzos en una guerra.
SEGUNDO: “LA INSTITUCIÓN QUE PERSONIFICO INTEGRA A TODOS LOS ESPAÑOLES, Y HOY, EN ESTA HORA TRANSCENDENTAL, OS CONVOCO PORQUE A TODOS NOS INCUMBE POR IGUAL EL DEBER DE SERVIR A ESPAÑA”. A mi juicio estamos ante uno de los párrafos más importantes de su discurso, porque entiendo que no significa otra cosa que un propósito de Democracia. Servir a España no significa asentir, sin condiciones, a órdenes superiores, lo cual significaría servir a quien da las órdenes, pero no a España. Servir a España -pienso- no es adquirir esa aristocracia que surge en el comercio de las lealtades, o en la facundia de las efemérides. Hace ya muchos años terminó una guerra civil. Los hijos de esa guerra y los hijos de la paz que vino después, nada quieren saber de aquella, nada que no exceda de la curiosidad histórica, y menos de su repetición. Es así como hay que entender la concordia nacional. Sin efemérides divisorias que celebrar ni monopolios patrióticos que satisfacer.
TERCERO: “NI UN ESPAÑOL SIN TRABAJO, NI UN TRABAJO QUE NO PERMITA A QUIEN LO EJERCE MANTENER CON DIGNIDAD SU VIDA PERSONAL Y FAMILIAR, CON ACCESO A LOS BIENES DE LA CULTURA Y DE LA ECONOMÍA PARA ÉL Y PARA SUS HIJOS”. Párrafo éste que, tal vez, hizo saltar de alegría a miles y miles de españoles que, más o menos, habían conseguido esas bondades pero a base de tener que ir a buscarlas al extranjero, o dentro del pluriempleo.
CUARTO: “SOY PLENAMENTE CONSCIENTE DE QUE UN GRAN PUEBLO COMO EL NUESTRO, EN PLENO PERÍODO DEL DESARROLLO CULTURAL, DE CAMBIO GENERACIONAL Y DE CRECIMIENTO MATERIAL, PIDE PERFECCIONAMIENTOS PROFUNDOS. ESCUCHAR, CANALIZAR Y ESTIMULAR ESTAS DEMANDAS ES PARA MÍ UN DEBER QUE ACEPTO CON DECISIÓN”. He aquí un Rey joven, hablando un lenguaje joven. Ahora bien; el cambio que se ha verificado ya en las alturas, debe reflejarse en el resto de la pirámide social. No es cambio de grupos, ni de hombres. Es un cambio generacional. Es el paso al ejercicio de sus derechos y de sus deberes, de una mayoría de españoles que, hasta ahora, no habían sido convocados para otra cosa que no fuera el aplauso a la sinfonía política de este país.
Es muy fácil gobernar eliminando físicamente los datos de los problemas -que son seres humanos-, transformando la realidad política a base de intervenir en ella “quirúrgicamente”, extirpando grupos enteros de adversarios, pero eso no puede llamarse gobierno, sino “revanchismo”, o algo peor. Un Estado sólido, constituido sobre la justicia de sus intenciones y la seriedad de su gestión, debe sentirse lo suficientemente fuerte para poder tolerar la existencia física de sus propios adversarios de ayer, y ofrecerles cauces para su realización humana. Pretender mantenerse seguro a base de suprimir o limitar excesivamente la libertad intelectual y cultural, por ejemplo, es ir contra la vida y contra las corrientes de la Historia. Esta mala conciencia produce, a su vez, un incremento de inseguridad en el Estado, que desencadena un proceso dialéctico de restricciones de libertades y de derechos básicos, que va enrareciendo el ambiente social, hasta no dejar otra salida que una nueva revolución. En tales circunstancias, se desarrolla un sentimiento paranoico, no ya respecto a los adversarios de ayer, sino también hacia otros posibles adversarios. Se organizan “cazas de brujas”. Se instituyen “chivos expiatorios” y otros adversarios. Con lo cual, el gobernante se va aislando más y más de la base social que le sostenía y van haciéndose, su posición y la de su grupo, cada vez más frágiles. Y, entonces, de uno u otro modo, se repetirá el fenómeno de que la revolución devora a sus hijos.
Tal vez, alguno de ustedes pueda pensar y preguntarse: ¿Qué nos interesa más: La voz del nuevo Alcalde lanzando un mensaje a su pueblo, o la voz del pueblo que debiera hablar a través de su Alcalde?
Pues bien; quiero decirles que, hasta ahora, no creo haber interpretado otra cosa que la voz del pueblo, apoyándome no en mi voz, sino en la de nuestro Rey.
Pero, descendamos al Pueblo. Este pueblo es CAMPILLOS. Un pueblo de hombres, aspiraciones y problemas. No pretendo hablar ahora de los problemas. Están ahí, y no se resuelven con discursos, sino con soluciones: con mucho diálogo, con mucha tarea, democráticamente.
No voy hablarles del paro obrero, ni del problema del agua -en su doble vertiente-. Tampoco quiero hacer referencia al tema “sanidad”, policía interna del Ayuntamiento ni obras públicas. Son problemas. Les suplico un margen de confianza en cuanto a la solución de esas necesidades apremiantes. Los problemas -está dicho- no se solventan con palabras, simple optimismo, ni buena intención; se arreglan buscando medios, aunando a todos pacientemente, tranquilamente, mas enérgicamente.
Campillos tiene problemas. Esto no es una tara, no es degradación. Significa que Campillos tiene alma, vive y va a más. Donde no hay problemas habita la muerte. Yo diría que a Campillos le crecen las alas, alas cada vez más grandes que su nido. La solución será no cortarle las alas, sino ayudarle a volar.
Resumiendo, quiero referirme sucintamente a dos realidades en el contexto general del pueblo de Campillos: A) La Relación trabajadores-empresarios, por una parte. B) Juventud y cultura, en segundo lugar.
A) RELACIÓN TRABAJADORES-EMPRESARIOS.
Hace algunos días, leíamos en la prensa las declaraciones del Secretario de Estado norteamericano, a raíz del reciente tratado firmado con España: “Areilza -dijo Kissinger- se ha propuesto suprimir los Pirineos y este esfuerzo, señalado por el Rey, es reconocido por mi Gobierno”.
Pues bien; en cualquier pueblo existen Pirineos. Campillos no es una excepción. Es un pueblo inquieto, con muchísimas virtudes, hombres imaginativos, tenaces e insomnes en su trabajo. ¿Dónde están los “pirineos”? En la división acentuada de clases, en algunas mentalidades retrógradas y en ciertas posturas estáticas.
Pues bien; dentro del contexto “empresa-obrero”, salvando honrosas excepciones, el problema es de orden inmaterial. Como Alcalde y sin ánimo de injerencia en asuntos privados, sólo me queda decirles que este Ayuntamiento debe y piensa potenciar y apoyar al máximo todo aquello que sea empresa. No es una simple promesa, es un compromiso, puesto que toda empresa da mano de obra e implica riqueza para el pueblo. Queremos estimular y estar al lado de los empresarios, pero también de los trabajadores. Nunca darle la razón a unos, a costa de quitársela a los otros.
Señores empresarios, hay que contar con los trabajadores. No creo que nadie ponga en duda la perspicacia política de la clase obrera, ni, por supuesto, su experiencia reivindicadora. No creo que al pueblo ni al trabajador se le pueda engañar. No podemos hacerles creer que vean lo que no ven, ni que se rían de lo que no se ríen. En el fondo, se trata de evitar posturas caprichosas. Ojalá nunca acontezca en Campillos lo que en aquella película de Buñuel, en la que la Policía de París busca desaforadamente a una niña a la que tiene precisamente delante, pero había notificado que estaba perdida. Tenemos que evitar que lo absurdo, en un supremo acto de sagacidad mental, adquiera definitiva explicación a nivel de estructura.
B) JUVENTUD Y CULTURA:
Es evidente que la juventud, sea europea, española o campillera, se encuentra en otra órbita existencial. Sería de desear que, por encima de coyunturas, la juventud no dejase nunca de ser protagonista en las tareas político-culturales de su pueblo.
Campillos, “centro cultural” -y tiene profundas razones para que tal slogan sea cierto-, sin embargo, y resulta triste decirlo, siempre ha necesitado más y mejores medios. Necesitaba una casa de la Cultura para implementar y ennoblecer el ocio de nuestros jóvenes. Aunque la cultura parezca ser algo abstracto e intangible, su influencia está lejos de ser superficial. La Cultura es siempre una válvula de seguridad. Es también una especie de poder. Si falta cultura, faltará ambición, y nuestros jóvenes, si no al lujo del alcohol, tendrán el inútil lujo de sentarse a holgazanear.
Campillos debe comprender que el arma principal de un pueblo no es otra que la inteligencia de sus hombres. Es preciso mimar, cultivar y enriquecer esta inteligencia. Que no se malogre, que no se entierre ningún talento de nuestro pueblo. Hay que apoyar, sí, la riqueza material, trátese de la industria, el campo o la ganadería; mas existe otro tipo de riqueza: la cultura. En tal empeño, pienso yo que debemos comenzar desde abajo, porque como dice el poeta Rilke: “La infancia es la patria del hombre”. Es decir; todo lo que el adulto es o puede llegar a ser, se nutre de las energías o fuentes de energía que se alumbraron en la infancia. Y cuando se cegaron en lugar de alumbrarse, la vida adulta estará constantemente resintiéndose de esa falta. Al llegar aquí, no puedo menos de solicitar un caluroso aplauso para aquellas personas, aquí presentes, que han sido y son los máximos responsables de la cultura académica en nuestro pueblo: D. Juan Cantano Solís, D. José Macías García y D. Diego Gutiérrez Mudarra.
DISTINGUIDO SEÑOR: Su persona, en estos momentos, dignataria de la más alta autoridad provincial, acaba de testimoniar y ratificar un sencillo relevo, en un sencillo pueblo que también es España.
Dígale a nuestro Gobernador que aquí queda un Alcalde, una Corporación, un pueblo -CAMPILLOS-, NO a sus órdenes. SÍ a sus órdenes, porque ya lo dice aquel refrán oriental: “Una montaña es una montaña y no es una montaña”. NO, en cuanto a exigirle. Exigiremos mucho. Nos encontramos obligados porque Campillos tiene problemas urgentes que, además, desbordan nuestras posibilidades.
SÍ, en cuanto a obedecerle. Obedeceremos gustosamente, serenamente. Pienso que es el más antiguo, el más moderno y el único estilo de servicio.
Dígale a nuestro Gobernador que aquí queda una Corporación que ha demostrado -cueste lo que cueste- estar dentro del nuevo y bienvenido talante político, augurado por el Presidente Arias y refrendado por nuestro Rey. Corporación valiente al optar por el cambio.
Esta Corporación ha sido consciente de que un hombre, sea quien fuere, es finito, y la materia política se le resiste. Todo político es una especie de alfarero, o de artista, que debe ir siempre a la búsqueda de nuevas formas de expresión, porque ninguna es perfecta.
Acoplarse al cambio, sentirlo y admitirlo, es una virtud y una necesidad. Y puede darse sin perder la admiración por el pasado. Un pintor impresionista, no por ello reniega del arte clásico, pero es hijo de otra época, de otros tiempos. Cada época histórica, cada país, cada medio social, alumbran y son progenitores de los hombres que los han de regir.
Y a ti, querido Juan Cantano, voy a decirte que tal vez, en estos momentos, sientas añoranza. Esa especie de tristeza que no es tristeza, sino sabiduría. Desde ahora, sentirás que tú estás “en alza”, y yo “en baja”. Tú, construido y yo desintegrándome. Tú en bienestar; yo en tensión. Tú denso de vivencias; yo vacío de obras. Tú, invulnerable; yo, blanco de todas las críticas. Tú en paz; y yo en la lucha.
Sabes que ésta es tu casa, y te recibiremos siempre con alegría. Tendrás menos gente a tus órdenes, lo cual es un consuelo. Sentirás el cariño de todos. Un cariño más noble, más unánime; si, antes, te aplaudieron muchos, desde ahora te recordaremos todos.
Y nada más, señores. Muchas gracias por su presencia, mientras Juan y yo nos damos un abrazo.
CAMPILLOS, 1 de Febrero de 1.976
César R. DOCAMPO
7. En “Alcaldes de España”:
FLASHBACK I
Diario de D. Federico Manzano Sancho:
30 de Mayo de 1936:
Con el fin de detener a los del Sindicato y partido político de Acción Popular (del que también soy Secretario), para amedrentarnos y probablemente por órdenes recibidas de sus superiores, pues ya se “mascaba” lo que iba a suceder, fraguan en la noche de este día una alteración de orden público (cosa corriente en esta época para echarle la culpa a los de derechas) para lo cual dos municipales guardias, no sé con qué pretexto, se enfrentan a los obreros de derechas Ordóñez padre y un hijo que venía de ver a la novia, en la calle de S. Benito, trance solitario que conduce a la Fábrica de Harinas, ante la vista expectante de gran número de la juventud socialista escondida detrás de la paredilla que hay junto a la carretera y que han ido para ver el espectáculo que se pueda desarrollar, señal de que estaba preparado.
En la refriega y lucha, Ordóñez padre sale herido de bala por un tiro del guardia municipal Pérez Codes y éste muerto de una puñalada. “Fueron por lana y salieron trasquilados”. El otro municipal y Ordóñez hijo salen ilesos.
Bien está que detuvieron a éste ya que al herido se lo llevaron a una clínica de Málaga, pero la falta de garantías de este período, el odio, el rencor, la arbitrariedad que imperaba fue bastante para que empezaran a detener por la madrugada a casi todos los del Sindicato y Acción Popular.
A mí, que no salí aquella noche, ni sabía nada, me despiertan con aldabonazos a las cinco de la mañana y me llevan conducido a la cárcel entre un carabinero y un guardia municipal (que dicho sea de paso, lo tenían puesto siempre en mi esquina para que vigilara mis actos y que como lo perdoné, lo tuve después varios años de porquero).
En la cárcel me encuentro con más de 70 amigos y me entero de lo ocurrido, todos igual que yo, sin haber intervenido en nada y ni “arte ni parte”. El populacho goza de lo lindo viéndonos en la cárcel, tirándoles las comidas que nos llevaban, por lo que estuvimos a dieta ese día. Por la tarde, conducidos por guardias de asalto que llegan de Málaga, nos trasladan a unos diez en una furgoneta, que le decían “La Fiambrera”, a la cárcel malagueña, donde con un fuerte dolor de cabeza puedo tomar café y unos chorizos que los guardias nos han permitido comprar en Cártama, gracias al conocimiento de Curro Espinosa, empleado de la fábrica de electricidad, con otro guardia que se presentó.
El viaje no ha podido ser más malo, pues aparte de los baches de la carretera y dureza de los muelles de La Fiambrera, don Benito Avilés se marea y empieza unas “arcadas” que a todos nos levanta el estómago.
En la cárcel malagueña, gracias a Dios, yo me encuentro bien en el departamento de políticos donde nos han metido. Hay buenas habitaciones enlosadas de blanco y negro, con un lavabo y agua corriente en cada uno, más un retrete y un cuarto de baño colectivo, que utilizo con agua caliente que pido y me sirven. Aunque la cama es un saco de lona con crin vegetal en el suelo, yo no lo noto y duermo como un “lirón”; la comida no me desagrada, aunque algunos protestan; y sobre todo hay un gran salón y corredor con una puerta que nos abren a las dos de la tarde para salir a una magnífica y especiosa terraza desde la que se ve la entrada, la carretera, el puerto y algo de Málaga. Yo, francamente, ni me abatí, ni lo pasé mal, extrañándose los amigos de que siempre estuviera contento y alegre.
Mi padre fue algunos días a verme en el locutorio. Me lleva la ropa limpia y me da noticias de la familia.
----------------------------------------------------------
CÉSAR RODRÍGUEZ DOCAMPO.
LA TRANSICIÓN EN CAMPILLOS (MÁLAGA), TRAS LA MUERTE DE FRANCO.
Recuerdos de quien fue el primer alcalde elegido a votos después de la muerte de Franco.