CAPÍTULO TERCERO:
PERFIL HUMANO E HISTÓRICO DE CAMPILLOS
1.- Zigzagueo apresurado. De Madrid a Campillos, entre Campillos y Madrid.
“CAMPILLOS, cabecera de comarca, centro geográfico de toda Andalucía, entre la Andalucía Mediterránea y la Andalucía del Guadalquivir, entre la Andalucía serrana y la Andalucía de las campiñas, fue en tiempos un paisaje de pastos y encinas en poder de los moriscos de Antequera y Teba. Más tarde, cuando Alfonso XI “El Justiciero” tomó Teba un 8 de Agosto de 1.330, aquellos pastizales se convirtieron en “tierra de nadie”. En 1.492, acercándose por allí unos pastores y carboneros de Osuna liderados por Pascual Mogolla y Nicolás Gómez de la Puerta, se aposentaron en ese solar al que hoy llamamos Calle Lavados. Espacio donde, con la venia de Los Reyes Católicos, dio comienzo el latir de nuestro pueblo, pueblo de señorío del Condado de “Teba de los Guzmanes y Portocarrero”, hasta que por fin, el 6 de Noviembre de 1.680, Carlos II le otorgó el título de Villa”. (Hasta aquí, un escueto resumen de lo escrito por Francisco Caballero Mesa, catedrático de Historia, abogado y ex-concejal de Campillos).
Cuando murió Franco, tenía Campillos 7.158 habitantes. Por supuesto que su altitud sobre el nivel del mar (481 metros), así como la extensión de su término municipal que seguía siendo de 20.084 Has. (16.500 Has. propias, más las 3.584 Has. por la anexión de Peñarrubia), eran inamovibles. Inamovible, el solano, los inviernos fríos, los veranos calurosos y las crestas azulinas de las sierras de la Camorra, el Camorrillo y San Cristóbal que siempre han protegido a Campillos de otros vientos. Inamovible esa maravillosa estampa de nuestro pueblo cuando despierta con las primeras luces del amanecer y observamos en la lejanía el poderoso volumen de los montes malagueños salpicados de caseríos blancos, y uno se imagina otros pueblos vecinos como Ardales, Carratraca, Alozaina, Junquera o El Burgo…, no digamos Teba, Sierra de Yeguas o Almargen (donde siempre hay algún pariente, buenos amigos o tal vez una historia de amor porque, como dice la copla, cualquier sitio es bueno para montarse un amorío).Y uno se imagina y piensa: ¡Cuando la noche tiene su punto canalla, es precioso el amanecer!
Los mocitos viejos de los pueblos colindantes, al acabar las faenas del campo, se hacen ver por Campillos en busca de hembras. Van y vienen subidos a la grupa del tractor, llenando de escandalera los caminos, espantando a las líbélulas, a las mariposas, a los abejorros y demás animales del Señor. Son los mocitos viejos del contorno un piafar de bestias excitadas, igual que moscas en busca de la miel que son las mujeres de Campillos. Mujeres de una sola pieza, muy atractivas y con muchos humos. Muy listas, eh. Lo soñaba un cura (un curilla de pelos largos y mucha inquietud social) en las soledades de la noche. Pero aunque la noche siga teniendo un punto canalla, es precioso el amanecer.
Amanece todos los días sobre los pantanos de Guadalteba-Guadalhorce en los que se pueden pescar cangrejos, truchas, carpas, barbos, blakba, etc.
Amanece sobre esos montes con suelo de textura franco-arcillosa y arenosos, con manchas de suelos poco profundos que conocen al dedillo los quinientos miembros de la Sociedad de Cazadores de Campillos, quienes a escopetazo limpio persiguen a la perdiz roja, liebres y conejos, rematando la faena sentados alrededor de unas migas bien salpimentadas con esa “conversa” aguda y sabia tan propia de los tercos y corajudos campilleros, miembros en su mayoría de La Peña Kímber, que a los forasteros nos dejan turulatos, porque siempre se les ve tocando palmas y cantando una y mil veces: “Dos andares tiene el dinero, viene despacio y se va ligero”, haciéndose más cargantes que los tambores en Semana Santa.
Y como intentes asomar la cabeza presumiendo de listo, ay de ti. ¡Te despluman! Te sueltan todas las perrerías del mundo. Y así, en el calor de la cháchara, te puedes encontrar con ráfagas de este talante, cuando un campillero, arisco el entrecejo y con voz áspera, le dice a otro campillero:
-¡Franchisco, Franchisco!
-Dime, amor mío.
-¡Ahórcate!
-¿Y eso?
-¡Púdrete, carajo!
-¡No me digas! No me digas que voy acabar enamorándome de ti.
Al final se dan la mano y tan amigos.
Enrique Meneses, director de “Los Reporteros” había finalizado el montaje de su último trabajo sobre Haile Selassie, emperador de Etiopía. El reportaje sobre Lij Safari (ese era el verdadero nombre del Negus de Etiopía Haile Selassie), que entonces tenía 83 años, fue vetado por Miguel Pérez Calderón. Le pregunté por qué no se emitía, y me dijo:
-Las cámaras a veces son crueles. Haile Selassie sale muy avejentado y si lo viera España, todos pensarían: “Así está Franco”.
En los pasillos de TVE me decía Jesús Mª de la Calle: “Franco no se muere mientras no lo diga la Televisión”.
Por si acaso, quince días antes de morirse el Caudillo de España, ya TVE tenía filmadas las banderas a media asta y el ministro de Información y Turismo D. León Herrera y Esteban había dispuesto un mini-plató desde el cual tener informado al personal. Tarea que se le encomendó al periodista Florencio Solchaga, hermano de Carlos Solchaga que sería con Felipe González Ministro de Economía y Hacienda. Por cierto, Florencio Solchaga poco después acabó regentando el Restaurante Fortuny (junto al metro Rubén Darío), en las entrañas de un chalet que antes había sido una embajada. Ya siendo alcalde, tuve que visitar con frecuencia el Ministerio de Gobernación, donde trabajaba una prima mía, Pilar Docampo, jefa de la oficina que llevaba INTERPOL. Una de esas veces la invité a comer y llamé a Diego Moreno Jordán para que se uniera a nosotros. Diego Moreno, ilustre campillero, era entonces el Jefe del Gabinete de Prensa del Ministerio de Educación y Ciencia, con categoría de Subdirector General. Al final invitó Diego y nos llevó al Restaurante Fortuny. Recuerdo que Florencio Solchaga y Diego Moreno se saludaron y asistimos a una intrépida conversación, sobre el final de los secuestros de Oriol y Urquijo y del general Villaescusa, liberados hacía dos días. Estábamos a 13 de Febrero de 1977. El rostro de un Florencio Solchaga en tareas de Restaurador, me impactó. Yo lo recordaba siendo el hilo conductor en los últimos avatares sobre la salud de Franco.
La mañana del jueves día 20 de Noviembre de 1975, Florencio Solchaga, desde aquel plató improvisado hacía pocos días en el Ministerio de Información, había dado entrada al Presidente de Gobierno: Carlos Arias Navarro, el rostro pálido, quebrados los labios y sin aliento, nos anunciaba lo inevitable: “Españoles,Franco ha muerto”.Y nos leyó el testamento de Franco, un testamento que se imprimió y repartió hasta el último rincón de la Patria; un testamento excelente e inmenso, o bochornoso y aberrante (según para quién). A Carlos Arias Navarro le temblaba la voz y acabó llorando.
Al anochecer de aquel día, en la Iglesia Parroquial de Stª. Mª del Reposo de CAMPILLOS se ofició una misa conforme al protocolo, presidida por el alcalde D. Juan Cantano Solís, la Falange en pleno, señor Juez, el teniente de línea y muchos feligreses. Aquel sagrado recinto de 93 metros de largo por 18 de ancho, que se había terminado de construir en 1.821, en aquellos momentos, sirvió de refugio azorado, de guarida religiosa para una noble y honesta feligresía, en aquellos instantes, preocupada y seria. Las oraciones y bisbiseos ascendían hasta los frisos de vidrieras, hasta los lunetos de la bóveda central, vidrieras y lunetos sin vida y sin luz del exterior. Todo ayudaba, como en aquellas macizas y oscuras iglesias románicas, a rezar, pensando cada uno en los abismos de su conciencia sobre la contundencia de la muerte que no reconoce privilegios ni se amilana frente a los poderosos: sólo con la muerte se instalaba la democracia, pensaba más de uno.
Cuando aquellas buenas gentes de Campillos se desperdigaron sobre la Plaza Cardenal Spínola, la Cruz de los Caídos estaba callada, como si la hubiesen cubierto de margaritas. Había fenecido el Jefe, el Caudillo Conductor de una guerra civil causante de que hubiera habido tantos muertos. No sólo aquellos cuyos nombres figuraban en las dos lápidas. En esas lápidas de Campillos faltaban seiscientos más. Y más de un parroquiano aún tenía grabadas en su mente otras imágenes: sucesos acontecidos en ese mismo lugar en Agosto de 1936: “… en aquella misma plaza de aquella iglesia de aquel pueblo de Campillos, cuando ya había muertos de un bando (y luego habría muchos más), los del otro bando formaron una hoguera y quemaron las imágenes, los altares, el órgano, el archivo parroquial, ornamentos, cómodas y hasta las reliquias y los huesos de San Quirino y San Plácido, que se conservaban en el altar del sagrario por tratarse de antiguos patronos de Campillos. No contentos con eso, ocuparon la iglesia como hospedaje y destrozaron la solería, zócalos, verjas, paredes y el mármol de los podios en los que descansan esos bellísimos pilares poligonales con sus pilastras adosadas…”, recordaban y comentaban algunos de los allí presentes, acordándose de cosas que no habían sido imposibles y que mejor era guardarlas en la memoria para que no se volvieran de espaldas ni al olvido ni al perdón. Los frondosos árboles de la plaza Cardenal Spínola, en aquella noche del 20 de Noviembre de 1975, acostumbrados como estaban a escuchar las campanas de la iglesia, bostezaban susurrando: ¡Bueno, bueno, bueno…! ¡Veremos qué pasa, veremos a ver…!
Estorninos y lavanderas, gorriones y zorzales, vencejos, aviones y golondrinas que en los atardeceres de primavera y verano llegaban en bandas y eran una orquesta de trinos, siendo un placer para los viejos del lugar, sentados frente a la Posada de Antonio Romero. Aquellos pájaros, por el día, volaban al campo a nutrirse de granos y a beber. Y, por la noche, refugiábanse en la espesura de los árboles, lejos de los depredadores. Y decía Paco el sacristán: “Igualito que nosotros; entre pitos y flautas, tenemos dos vidas igual que estos pájaros: una por el Día y otra por la Noche, cuando nos llegue la muerte. La muerte echa el cerrojo y arrampla con “tos”, afirmaba Paco el sacristán. Y los allí presentes, bajando los ojos, pensábamos lo mismo.
Pero el caso era que, a partir de aquel 20 de Noviembre, media España ingresaba en una Noche de incertidumbres y temores. Para la otra mitad, en cambio -después de años y cantares- despuntaba la luz del Día. Y así fue.
2. El Sol nace por Antequera y se va por las marismas.
Al día siguiente Campillos se despertaba amodorrado en ese interregno claroscuro de luces y sombras. El sol apareció como siempre por Antequera y fue iluminando desde las alturas los campos y las calles y las aceras rotas por culpa de una obra para la nueva acometida del agua. Desde Bobadilla, pasando por Gobantes y los pantanos de Peñarrubia; desde el Arquillo, la Laguna Salada y la Casita de Papel, buscando para darle vida a Teba y Almargen; después a los cortijos de Menaute (de D.Rafael Escalante) y El Puerto (de la familia Recio Campos); tomando la carretera del Saucejo que iba dejando a su derecha el antiguo basurero municipal, y a su izquierda el viejo depósito del agua; sorteando curvas aldeanas entre viñedos recién vendimiados; dejando atrás las fincas y los cortijos de D. Baltasar Peña, La Cuesta, El Álamo y Corona..., el Sol que nos había traído el Amanecer se detuvo sobre aquella soberbia altiplanicie donde se encuentra la Estación VOR de Campillos por la que se orientan los aviones para enfilar el morro en busca del aeropuerto de Málaga. Ahí se detuvo el astro solar.
Se oía el tañido de una campana y el ladrar de los perros a las puertas de un cortijo, siendo todavía más telúrico aquel silencio que se escuchaba en el corazón de los bosques como si toda la tierra estuviera llena de trampas, cuando el astro Sol, volviendo la mirada sobre los espacios recorridos, nos engrandecía y hablaba a todos diciendo: “Habéis nacido en un pueblo que sabe perdonar y seguir adelante”. Luego dio media vuelta girando hacia los límites del altiplano, donde se hacen presentes las depresiones del terreno y aquellos imponentes barrancos, y se nos fue en busca del Saucejo, Martín de la Jara, Estepa, Aguadulce, Osuna y la Andalucía del Guadalquivir, hacia las marismas, sin olvidar que al día siguiente volvería a saludar las tierras de Campillos, a sus gentes y querencias.
Como bien afirma nuestro joven letrado e historiador, Rafael Jordán Gómez, el Sol siempre nace por el cortijo de Acebuche, dirigiéndose hacia el Cortijo de Montero para ocultarse y desaparecer por encima del Cortijo de Capacete, habiéndole dado la espalda al Cortijo de Toro, después de circunvalar el gran Cortijo de San Juan. Y así, eternamente, todos los días, lo mismo en aquéllos que en estos tiempos. Pero la mañana del 21 de Noviembre de 1975, al día siguiente de morir Franco, el astro Sol, después de saludar a todas las gentes de Campillos, se nos fue por las marismas hacia el mar; y a la vuelta de los años, todo habría de volver a empezar, como siempre, saludando e iluminando nuestras tierras, para envidia de los dioses.
3.- Aceituneras del “pío…pío”.
-Aceituneras del pío, pío,
¿Cuántas fanegas
Has recogío?
-Fanega y media
Porque ha llovío
(Alfonso Valencia Lozano).
Allá por 1976, el 70% de la población activa se dedicaba a las labores del campo. Los principales cultivos ocupaban:
Cebada……………………….. 3.500 Has.
Trigo…………………………. 2.000 Has.
Girasol……………………….. 1.300 Has.
Olivar…………………__________ 4. 000 Has.
Almendro…………………….. 700 Has.
Debido a la problemática de su cultivo, más las justas reivindicaciones sindicalistas que por aquel entonces ejercían el PCE y CC.OO. en solitario (tanto el PSOE como la UGT, o no existían o, si existían, estaban bajo los farolillos de sus madrigueras), el olivar menguaba, perdía valor, y se arrancaron plantaciones de olivos. Cuando llegaba el momento de recoger la aceituna, nunca había acuerdo entre la patronal y los obreros.
El tema salario se resolvía a golpe de laudos que dictaba el Delegado Provincial de Trabajo, por aquel entonces D. Manuel Enciso, un hombre extraordinario, muy humano, muy atento y eficaz, siendo ministro de Trabajo don Carlos Pérez del Bricio, después presidente de CEPSA.
La ganadería de CAMPILLOS, por aquel entonces era la más importante dentro de la provincia de Málaga en lo referente a ganado porcino. Se explotaban más de 6.000 cerdas madres, de razas selectas, en régimen intensivo, con instalaciones muy modernas. Esta ganadería consumía gran cantidad de piensos, por lo que en Campillos existían tres grandes fábricas y muchos molinos pequeños para la elaboración de los mismos. Todos los miércoles por la mañana, en los locales del Bar Lamparilla, se concentraban los “magnates” del mercado porcino, siendo allí donde se establecían los precios para toda Andalucía.
El ganado vacuno era el segundo en importancia. Existían unas 400 vacas, de las que 200 eran de raza Frisona con carta genealógica, que pertenecía a un grupo sindical constituido por cincuenta ganaderos.
También existían avicultores tanto para la cría de broilers, como dedicados a las ponedoras.
Fábricas de mosaicos, Cooperativa olivarera, fábricas de curtidos y manufacturas de la piel destacando la de D. Francisco Ramírez Conejo (ZERIMAR) que relanzó su hijo Diego Ramírez Gómez, fabricando y ofreciendo pieles exóticas, alfombras de artesanía, cojines y fundas de coches; confección de caballero, señora y niño, en Ante, Napa y Peletería; zapatillas de piel, mantas para camas, abrigos de señora en Moutón, Double Face y demás Peletería fina.
4.- Peregrinación a los jardines del Colegio San José.
Hablando de empresas, de capital no fungible y asalariados, no podemos olvidar al “buque insignia” de Campillos en aquellos momentos. Me refiero al “Colegio San José” y sus “argonautas” los hermanos Macías. Sí, he dicho “argonautas” (según la mitología griega, fueron aquellos héroes que, capitaneados por Jasón, se embarcaron en la nave Argos en busca del vellocino de oro).
El Colegio San José publicitó a Campillos en toda España y parte del extranjero. Creó riqueza, originó puestos de trabajo y, lo más importante, propició que los hijos de las clases menos pudientes pudiesen cursar una Enseñanza Media de alto nivel, sin salir del pueblo ni costarles nada. Me gustaría detenerme en un análisis más tranquilo y sesudo sobre la existencia y armadura sociocultural que supuso el Colegio San José. Especialmente porque a mí se me acusó de que me había presentado a la Alcaldía para atacar y hundir a dicho centro. ¡Solemne bobada!, pero se decía.
Muy lejos, a cientos y cientos de kilómetros de Campillos, el Colegio tenía su leyenda: era un correccional, había una hoja de castigos y se repartían de vez en cuando bofetones. Pero acontecía que muchos padres era eso precisamente lo que ellos buscaban. Por aquel entonces la Enseñanza Media consistía en un bachillerato de 6 años con dos Reválidas más el Preuniversitario con otra prueba para ingresar en la Universidad, prueba bastante más dura y exigente que las actuales pruebas de Selectividad. Eran otros tiempos de más seriedad y responsabilidad en la enseñanza. Como he dicho, para aprobar el Bachillerato superior era necesario superar dos reválidas con un nivel de exigencia muy fuerte, especialmente en asignaturas como el latín y las matemáticas, que se hacían difíciles de aprobar. Ahora bien; Unos padres quieren que sus hijos superen todos los escollos y vayan preparados a la Universidad. Y entonces, por lógica, buscan un nivel de exigencia, no coladeros. Los padres saben bien que a sus hijos, el día de mañana, les espera una sociedad muy competitiva donde, el que se quede atrás, es comido por los lobos. Y entonces, esos padres que buscan lo mejor para sus hijos se preguntan: ¿Dónde se trabaja? ¿Dónde exigen? ¿Dónde hay que esforzarse? ¿Dónde te zurran si no rindes? ¿En Campillos? ¡Pues venga Campillos! (…) En aquellos tiempos, además, en todos los pórticos de los centros de enseñanza, más o menos explícito, existía un lema que decía: “La letra con sangre entra”. Y yo pienso que, sin este espíritu de trabajo y sacrificio, los más grandes edificios y logros de la cultura humana serían inconcebibles.
El Colegio San José de Campillos, en las décadas de los sesenta y setenta llegó a ser uno de los colegios de más prestigio en todo el suelo español. Hablo con las tablas de la Ley Oferta-Demanda en las manos. Con 2.500 alumnos internos procedentes de todas las partes de España: de Andalucía, Valencia, Madrid, Cataluña, Castilla La Mancha, Extremadura, Salamanca, etc. Un 60% de las mejores familias de Madrid hacia abajo solicitaban plaza en el Colegio San José de Campillos. Si para ellos Campillos entonces era lo mejor, es que era lo mejor para ellos, y eso habrá que admitirlo, sin desdeñar otras formas de enseñanza.
La Serie de debates La Clave, que en TVE dirigía y moderaba José Luis Balbín, dedicó uno de sus programas al Colegio San José de Campillos. Este hecho, en cuanto fenómeno sociológico ya en sí significa un reconocimiento a nivel nacional. Casi todos los ministros de Franco, por aquella época, tuvieron a alguno de sus hijos estudiando en Campillos. La aristocracia de Málaga, Sevilla, Granada, Córdoba, Jaén, Madrid, etc. enviaba a sus hijos a Campillos. En Campillos estudió Manuel de Bragança Orleáns, primo del entonces nuestro Rey Juán Carlos; Manuel Marín, que fue Presidente del Congreso de Diputados; el periodista y presentador de TVE y ahora Antena-3, Matías Prat, hijo; los hijos de Solís, de Girón de Velasco, de León Herrera y Esteban (Carlos Herrera Santamaría). Las mejores familias de Jerez tuvieron a sus hijos en Campillos: Los Valdespino, Guerrero Pemán, Antonio y Gabriel Seijo Navarro, Bertín Osborne, así como su primo Pablo Pérez de Guzmán Osborne, descendiente de Guzmán El Bueno y diez veces más adinerado y aristócrata que Bertín. En el Colegio San José de Campillos estudió Mizziam Amur, hijo del general Mohamed Ben Mizziam, el general moro de Franco que fue Capitán General en La Coruña, después en Las Canarias, y luego con Hassan II cuando la independencia de Marruecos. En Campillos estudió Joaquín Fernández-Crehuet Navajas, catedrático de Medicina Preventiva e Historia de la ciencia en la Universidad de Málaga; Emilio Calatayud, juez Magistrado en Granada; Julio Quesada Martín, catedrático de metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, y los hijos de la aristocracia andaluza y militar de media España. Bastaba con pararse unos instantes a la entrada del colegio los sábados por la tarde: Un sin fin impresionante de coches de lujo, coches militares con banderines y matrículas del ejército de tierra (ET) y FN (Fuerzas Navales).
Estudiar en Campillos era un lujo caro. Incluso para conseguir plaza, muchas veces se precisaban buenas recomendaciones. Aquello de que los padres enviaban a sus hijos como castigo para que los enderezasen, tenía bastante de mito. Yo tuve en mis clases muchísimos alumnos, extraordinarios alumnos en educación, conducta y saber. De todas partes, desde Algeciras hasta Salamanca y Valladolid. Y me consta que, muchas veces, eran los alumnos quienes solicitaban estudiar en Campillos conscientes de que allí se formarían mejor para triunfar después. Recuerdo dos casos entre otros muchos: José Mª Valderrama Vega, hijo de Juanito Valderrama y actualmente secretario de Ayuntamiento en Torredelcampo (Jaén), porque su padre andaba siempre por esos otros mundos sin frenos en las ruedas, a su antojo, cual si fuera “El Emigrante” de su canción, su hijo José María –así me lo dijo él- solicitó ir a Campillos, casi contra la voluntad de su padre, y después de treinta y tantos años guarda los mejores recuerdos del centro, del profesorado y compañeros.
Carlos Herrera Santamaría, hijo de D. León Herrera y Esteban, general jurídico militar del Ejército del Aire, entonces Director General de Empresas y Actividades Turísticas con Manuel Fraga, después Director General de Correos y Ministro de Información a la muerte de Franco, es otra muestra de un alumno que, pudiendo estudiar en los mejores centros de Madrid, él mismo solicitó en casa que lo enviasen al Colegio San José de Campillos. Carlos Herrera tiene un hermano gemelo que se llama León y que por aquel entonces lo superaba académicamente; y entonces Carlos, para no quedarse atrás, él mismo le dijo a sus padres que lo mandasen a Campillos. Carlos Herrera Santamaría hizo Derecho, trabajó como jurista del BBV y se jubiló muy joven, siendo por aquel entonces muy común en la Banca.
Carlos Herrera no comparte la idea de que el colegio fuese un correccional. Dice tener recuerdos entrañables del Colegio San José. Afirma que en Campillos, sí, pasó algo de frío, pero que allí le enseñaron a estudiar y que, si volviese a revivir, volvería a Campillos.
Sobre el Colegio San José, hay infinidad de anécdotas, como es lógico. Recordaré tan sólo dos o tres de la primera época del colegio, en sus humildes comienzos en aquella casa de la calle Puerta de Teba, de los herederos de D. Benito Luna:
Esto era un alumno que, estando en clase, comenzó a sentir especiales urgencias naturales. Y levantó la mano rogando en voz alta: “Profesor, ¿puedo ir al servicio?”. La respuesta del profesor no se dejó esperar: “¿Al “servisio”? ¡Al “servisio”, a los veintiún años!
Y se cuenta que una vez se acercó un padre a Campillos para ver a su hijo, un sábado por la tarde. El hijo estaba castigado por culpa de uno o dos suspensos. En el Colegio San José de Campillos, las notas eran semanales. Pues bien; cuando ese padre llegó al Colegio, saludó a D. José, y solicitó ver a su hijo, el director le dijo que no podía ser.
-¿Cómo? ¿Qué yo no puedo ver a mi hijo?
-No, y lo siento -le respondió el Director-. Su hijo está castigado porque tiene dos suspensos.
Aquel padre se fue algo disgustado. Por el camino hacia su casa lo fue pensando más despacio y comprendió que tal vez ésa era la pedagogía más acertada y precisa para que la juventud creciera en responsabilidad y reciedumbre. Y se lo contó a todos sus amigos. Aquel padre vivía en Salamanca, era diputado en Cortes, se llamaba Jesús Esperabé de Arteaga. Su hijo era alumno mío en Griego. Un chico fantástico: delgadito, muy fino y cortés. Pero vivaracho y listo. En un examen, lo había cogido con las mejores chuletas que yo me podía imaginar. Durante ese examen observé que él tenía sobre el pupitre seis o siete bolígrafos Bic de pasta blanca y forma exagonal. Cogía uno y luego otro y otro…, como si estuviera pensando, ordenando las ideas antes de escribir. Me llamó la atención tanta tranquilidad, focalizada en observar un bolígrafo y luego otro y otro más. Me acerqué, elegí uno al azar, lo estudié y al momento me di cuenta de que era una formidable chuleta. Las seis caras de cada boli, a todo lo largo, estaban plétoras con el enunciado de los verbos polirrizos en griego, grabados con un alfiler. ¡Una obra de arte! Me recordó (si ustedes se acuerdan) al “Carromato de Max” en Mijas (Málaga) y sus miniaturas, donde en una lenteja o el canto de una tarjeta de visita, podías leer desde el padrenuestro hasta la Constitución de no sé qué país.
No tuve más remedio que felicitar al hijo de Esperabé de Arteaga. Hoy seguro que es abogado del Estado, fiscal o letrado bien situado en esta sociedad del Bienestar. Desde Jerez, le recuerdo con aprecio, y envío un saludo cariñoso, con mis mejores presagios de Salud y Felicidad. Para finalizar esta muy simple reflexión sobre el Colegio San José, que bien se merece un estudio más amplio y concienzudo, porque don
José Macías García (q.e.p.d.) y sus hermanos, con su colegio, consiguieron que CAMPILLOS alzase el vuelo con todas sus casas mirando al sol naciente.
Hablaré desde la experiencia de 11 años que trabajé en ese centro. Hablaré desde mi condición de haber sido un profesor bastante crítico frente a los fallos que (como en toda empresa humana) allí también se daban, y que, por hablar no por las esquinas, sino a las claras, me costó tener que dejar ese centro. Y que el señor Macías hiciera todo lo posible e imposible para que yo no consiguiese ser Alcalde de Campillos; y que, siendo ya alcalde, D. Eloy Macías anduviese diciendo en “petit comité”: “A César hay que cargárselo. A César nos lo tenemos que cepillar”. Y que, a los pocos días, claro, le dieran entrada en las oficinas del Ayuntamiento a un papel en el que Don Eloy Macías solicitaba un informe favorable (así lo prescribía la ley) del Alcalde para que a don Eloy Macías García le concedieron permiso de arma corta, como guarda jurado de su (de ellos) empresa. Por lógica, me negué a informar favorablemente. Y don José esperándome para pedirme explicaciones: que por qué le negaba a su hermano tal licencia. Y yo: “Mire usted, don José: pues porque tengo derecho a mi legítima defensa. ¿Usted no sabe que su hermano Eloy anda diciendo que “a César hay que cargárselo, nos lo tenemos que cepillar?”.
De esto han pasado muchos años.
Finiquitado el fragor de aquellas contiendas, César R. Docampo no sólo recuerda con admiración a los cuatro hermanos Macías (D. José, Eloy, Juanito, Ricardo y a una hermana de ellos, África, la que controlaba, asesoraba y dirigía a todas las chicas en lo concerniente a limpieza y demás), César no sólo reconoce la tan beneficiosa y socorrida labor llevada a cabo por todos ellos, sino que alienta la esperanza de que algún día Campillos despierte y les haga un homenaje en toda regla. Por supuesto que, a don José Macías, el pueblo de Campillos le debe mucho más, infinitamente más que (por poner un ejemplo) a Camilo José Cela, cuyo nombre figura en el pórtico del Instituto de Bachillerato, además de una avenida importante del pueblo bajo el apelativo de “Familia Pascual Duarte”.
"… las matuteras de Gibraltar. Desde Algeciras a Bobadilla, el estraperlo era el rey. Cuántas historias conocen esos trenes, cuánto mercadeo en los vagones, cuántas vergonzantes transacciones del algunos salidos y lúbricos revisores en los inmundos servicios para que pudieran pasar las pobres mujeres unos plátanos y un poco de café, su marido en la cárcel, o alcoholizado o tuberculoso, y ocho churumbeles esperando la llegada de la mamá procedente de Algeciras. Habrá que hacer una oda a las matuteras del pi…, pii…, piii…, cuando al tomar el tren la curva de la Silleta comenzaban a caer a la vía bultos sospechosos recogidos por otros bultos más sospechosos aún, camuflados, pegados al terreno, como nuestra fiel infantería, para que la guardia civil en pareja no detectara la operación".
A.V.L. (Alfonso Valencia Lozano)
La emigración vista desde el pueblo mismo, era una realidad asimétrica. Hubo emigraciones de lujo, de alto “standing”, para ocupar cátedras, despachos de postín o puestos altamente cualificados en empresas importantes. Por ejemplo: Don Alfonso Padilla Serra, Don Diego Moreno Jordán (q.e.p.d.) y muchos más.
Don Alfonso Padilla Serra, q.e.p.d., recientemente fallecido:
Don Alfonso Padilla Serra (en la página anterior, con gafas y traje negro), en la toma de posesión como Catedrático de Derecho Político en la Universidad de Salamanca.
Seguidamente, una breve nota, acerca de su persona:
"Alfonso Padilla Serra, Catedrático de Derecho constitucional y Abogado. Nacido el seis de abril de 1924 en Vélez-Málaga (Málaga).
Cursó estudios primarios en el Grupo Escolar Manzano Jiménez de Campillos y bachillerato en el Instituto Pedro Espinosa de Antequera.
Se Licenció en Derecho en Granada, con Premio extraordinario. Fue becario del Real Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago de Granada. En la Universidad de Bolonia (Italia), se Doctoró en Derecho, con Premio extraordinario, donde fue becario del Real Colegio de San Clemente de los Españoles. En París estudió en el Instituto de Ciencias Políticas, en Würzburg (Alemania) en el Instituto de Derecho Comparado y en Londres, en la London School of Economics and Political Science. Fue Profesor Adjunto de Derecho Político en la Universidad de Granada y en la Complutense de Madrid. Obtuvo por oposición la Cátedra de Derecho Político de la Universidad de Salamanca, pasando por concurso a la Universidad de Valladolid. Fue Secretario de la Comisión Promotora De la Universidad Autónoma de Madrid y, posteriormente, Secretario General de la misma. Se jubiló como Catedrático de Derecho Constitucional en 1989.
Fue Profesor ordinario del ICADE, Secretario Académico del Centro de Estudios Sociales del Valle de los Caídos y profesor de la Escuela de Periodismo de la Iglesia y del Instituto Social León XIII.
Ejerció la abogacía en Madrid y Milán hasta su jubilación como Abogado en el 2004.
Fue Presidente del Rotary Club de Madrid-Castilla. Está en posesión de la Cruz Distinguida de Primera Clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort. Es miembro de la Asociación Internacional de Ciencia Política.
Es Hijo adoptivo de Campillos (Málaga) y Hermano Mayor honorario de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de las Lágrimas. Está casado con Dª. Carmen Peña Carrillo de Albornoz.
PUBLICACIONES:
Constituciones Leyes Fundamentales.- Granada 1953
La Constitución de la Republica Alemana.- Granada 1957
La Constitución de Italia en Derecho Constitucional Comparado de Luis Sánchez Agesta.- Madrid 1970
La Fiscalidad Internacional.- Madrid 1975
Partidos Politicos y sistemas electorales (Ponencia) Madrid 1977"
De niños: DIEGO MORENO JORDÁN y sus hermanas Asunción y Emilia.
En la página siguiente, Diego Moreno Jordán, entrevistado por Eduardo Sotillos, con la bandera de Andalucía de fondo, la noche del 15 de Agosto de 1976, en la entrega del Premio Andalucía en CAMPILLOS (Málaga):
A DIEGO MORENO JORDÁN. IN MEMORIAM.
Cuando rompía el amanecer y se atesoraba la mañana de aquel miércoles 11 de Febrero del 2009, Diego Moreno Jordán supo que se le acercaba la muerte…, igual que lo había hecho con Ana Frank, Gide o Albert Camus. De manera inusitada.
Diego la vio venir desde su silencio; desde los sueños últimos de su realidad aquí en esta Tierra, no desde la realidad de un Sueño. En ésas, la muerte (siempre desprevenida) se hizo valerosa, contundente e irrevocable. E, inundándolo de éxtasis, le habló diciendo:
“El TODO es lo verdadero; cuando abraces ese Absoluto, dará comienzo tu nueva vida. ¡Para siempre!”
Entonces Diego Moreno, recordando a Dámaso Alonso en “Hijos de la ira”, sin abrir los labios le contestó a la muerte recitando:
"Heme aquí, soy hombre, hijo de Dios. Soy dulce niebla, centro cálido, pasajero bullir de un metal misterioso que irradia ternura. Podrás herir la carne y aún retorcer mi alma como un lienzo. Mas no apagarás la brasa del gran amor que fulge dentro mi corazón, bestia maldita".
Y, al instante…, se abrazó con lo Absoluto, más allá de los cañaverales, aquel 11 de Febrero de 2009.
Diego Moreno y su genialidad telúrica, guardaban en su corazón muchísimas cosas para decirle a Dios. Estoy seguro de que se las ha soltado todas, por última vez, porque siempre había sido un hombre sin miedos.
Sus restos mortales, a cuestas con el pasado, retornaron a su Campillos del alma en la provincia de Málaga. Y su féretro de pino, de acá para allá siempre a hombros de seis mujeres (sus cinco hijas y una nieta), ya reposa guarnecido junto a su madre.
Diego Moreno Jordán había cursado el bachillerato en el Colegio de los Jesuitas del Palo (Málaga), lo mismo que Ortega y Gasset. Igual que Ortega y Gasset, también él había sido Príncipe del Colegio, el cargo de más alta estirpe en los colegios de élite S.J. Después de licenciarse en Derecho por la Universidad de Granada, había cursado la carrera de Periodismo en la Escuela Oficial de Madrid. Trabajó en el periódico Pueblo y en RNE, colaborando en Diario-16, en la revista “Posible” y muchos otros medios. Sin embargo, su labor más destacada la desarrolló como cronista en Las Cortes (época de Franco) y luego en el Congreso de Diputados.
Desde la tribuna para la Prensa, por los pasillos y demás espacios del Parlamento, supo entrevistar y relacionarse con el espectro político de España, los últimos cincuenta y pico de años, en toda su vastedad. Los conocía a todos. A todos les amplificaba la vida con las linotipias, "walkie-talkie" y telefacsímil, desde ese Imperio Colonial que es la Información.
Sobre políticos y otros variopintos personajes, Diego Moreno lo sabía casi todo, de modo que pudo hablar y escribir a los cuatro vientos. Le esperaban sus lectores pues, como dice el Antiguo Testamento…, “No se harta el ojo de ver ni el oído de oír”. Y esa concupiscencia humana requiere a los periodistas. Necesita la asombrosa luz de su mirada.
Y entonces, Diego Moreno..., desde el revés de su naturaleza, supo situarse en su terquedad.
Fue siempre ese hombre que, además de su biografía, acataba su destino; el "mañana" que ya es "hoy" y pronto ha de ser "pasado".
"Somos el tiempo que nos queda", me dijo una vez, citando a Clara Campoamor.
Siempre seguro y sin vacilaciones, Diego Moreno era paz y era guerra. No le importaba errar en lo menos si acertaba en lo principal. Sumiso tan sólo a los supuestos naturales de su personal forma de vivir la vida. Un juego de abalorios que despreciaba hipócritas estructuras y el qué dirán. ¡Ay, el "qué dirán", ruin espectro de la envidia!, sobre la que tanto habían hablado el espíritu latino de Pirandelo y el suicidio de Pavese.
Y yo recuerdo que una mañana...: En la cuarta planta del Ministerio de Educación (Calle de Alcalá, núm. 34), donde Diego Moreno tenía su despacho como Jefe del Gabinete de Prensa del Ministerio de Educación, hablando sobre Unamuno, no sé cómo, cité su novela "Abel Sánchez", y Diego Moreno, con aquella su voz un poquitín cascada, me dijo: "Abel Sánchez…, es el mejor alegato de nuestro mal nacional, la envidia".
En aquel preciso instante la radio estaba informando sobre el secuestro de José Mª. de Oriol y Urquijo, Presidente del Consejo de Estado. Había ocurrido esto una aterida mañana del 11 de Diciembre de 1976 a cargo de los GRAPO.
Diego Moreno conocía bien la Historia de España, en especial ese segmento tan bronco entre la dictadura de Primo de Rivera y el Alzamiento Nacional.
Lo mismo te hablaba de Juan Negrín, Jiménez de Asúa, Miguel Maura, Besteiro o Fernando de los Ríos, que de Pemán, Jorge Vigón o Víctor Pradera.
Citaba a Machado y su poema "La tierra de Alvargonzález" o te hablaba de aquel escrito ("La Esfinge") de María Zambrano.
Llamaba la atención su memoria prodigiosa, su brillante destreza y agilidad para las grandes síntesis. Aquella su impresionante memoria acertaba siempre a intercalar datos y anécdotas encadenados en “flashback”, siendo así cómo Dolores Ibárruri, Margarita Nelken o María de Maeztu recobraban su propia dimensión escuchando a Diego Moreno.
Diego Moreno siempre se sublevaba posicionándose con determinación a favor de los débiles y menesterosos, en pro de las clases marginadas, detestando discriminaciones y privilegios.
Sin olvidar las ásperas dentelladas que en su pueblo de CAMPILLOS (Málaga) había ocasionado la guerra civil, cuántas veces nos hacía recordar a las criaturas de la posguerra. En la memoria de Diego Moreno persistía una indeleble vivencia: la de aquellas niñas que sus padres colocaban a servir en las casas de los ricos, más que por un salario, para que les dieran de comer. Así nos lo repetía Diego Moreno y se nos quedaba mirando con fijeza; los ojos dolientes y el spray en la mano, atento a sus ataques de asma. Lastimada imagen de un Diego Moreno que jamás podré olvidar.
“Siempre habrá nieve altanera que vista el monte de armiño... y agua humilde que trabaje en la presa del molino. Siempre habrá un sol también, un sol verdugo y amigo, que trueque en llanto la nieve y en nube el agua del río". ("Versos del Caminante", de León Felipe)
Mi querido Diego Moreno Jordán, ¡cuánto le costó a la muerte apagar la luz de tus ojos...!
César R. Docampo
Don Jesús Govantes Betes, nacido en Campillos el 8 de Abril de 1925, fue el primer Director General y Presidente de Laboratorios Normon, con sede en Tres Cantos (Madrid). Laboratorios Normon ha sido pionero en el desarrollo de los medicamentos genéricos. Jesús Govantes Betes ha tenido en su vida como principal afición el tenis, siendo entre 1974 y 1982, Vicepresidente de la Real Federación Española de Tenis.
Otros campilleros que ocuparon o siguen ocupando puestos de alta responsabilidad lejos de Campillos, son: Dos hijos de madres hermanas: Antonio Pardo Romero (uno), hasta hace unos años, Jefe de Producción de Filmados de TVE en Prado del Rey; con más de ochocientas personas a su mando y que fueron los creadores de los mejores programas de nuestra Televisión Española: Todos los programas de Félix Rodríguez de la Fuente: “Imágenes para Saber”, “Fauna”, “Vida Salvaje”, “Planeta Azul” o “El Hombre y la Tierra”, proyectadas en casi todo el mundo, vistas por más de medio mundo, desde España y Polonia hasta el Japón; series como Los Ríos, Los Gozos y las Sombras, Curro Jiménez, Cañas y Barro, y muchísimas más, tuvieron a Antonio Pardo como Jefe de Producción de Filmados.
Y Antonio Pardo Romero (dos), ingeniero de caminos, que ha sido Jefe de Confederación Hidrográfica en Córdoba.
Ilustres paisanos de Campillos ya miembros notables de la tercera edad, o “El Poder Gris”, como titula el sociólogo Gil Calvo.
En la cúspide de la elegancia intelectual no puedo pasar por alto la egregia figura de Francisco Ayala García-Duarte hijo de Francisco Ayala Arroyo, juez de Campillos donde había nacido en 1878.
Benito Peral Ríos, inteligente, entrante y simpático, todavía más que su padre Benito Peral (q.e.p.d., aquel gran hombre para el recuerdo por su extremada vitalidad y aferramiento a esta tierra, bendita tierra campillera). Así salió su hijo, hoy ilustre psiquiatra en la ciudad y Villa de Madrid, excelente alumno en mis clases de Filosofía, que todavía, después de cuarenta años, me ve y me recuerda las tan desavenientes interpretaciones de tiempo y espacio que daba Bergson valiéndose de mis labios. Junto a él, en la misma clase, estaban su primo Pedro Ríos, abogado, Eduardo Romero, médico, y Eduardo Martínez (o Menéndez)-Valdés. Ellos cuatro eran los VIP (Very important person). Los cuatro en aquella misma aula, la primera a mano izquierda según se llegaba al campo de fútbol.
Campillos aportaba lo mismo al colegio San José, como al Instituto, jóvenes alumnos extremadamente inteligentes. Así María Luisa Lozano, la hija de Paco Lozano Escribano. María Luisa fue alumna mía en Griego, en el instituto, una alumna de diez en todo: En memoria, inteligencia y sensibilidad. Es notaria, de profesión, igual que su marido. Es y será siempre hija de un pueblo como Campillos: inteligente, emprendedor y listo a rabiar.
Otros más lejanos como don Jesús Luna Padilla (q.e.p.d.), cónsul de Italia en Cádiz, Don José Antonio Casasola Muñoz, “Jefe de Centro” de Telefónica en Jerez de la Frontera. Ya cité a don Jesús Govantes Betes, pero existe todo un árbol genealógico que llega hasta Juan Carlos Govantes Betes por tierras de Murcia, así como a D. José Luis Repetto Betes, deán de la Catedral de Jerez (Su abuelo materno había sido notario en Campillos, donde nació su madre, que se fueron a vivir a Sanlúcar de Barrameda). O también esas otras personalidades más jóvenes, hijas del pueblo: José Palacios Royán (Catedrático de latín), el alumno más sagaz e inteligente con el que siempre me encontraba a la hora de corregir exámenes. Y, no sé por qué, tanto a él como a su ilustre hermana, la doctora Katy, les considero personas justas y “piadosas”, que dividen su riqueza en tres partes: una para el templo, otra para los pobres, y la tercera para sus propias necesidades.
Francisco Caballero Mesa (Catedrático de Historia, abogado y escritor), María Dolores Ríos Valencia, Alfonso Valencia Lozano, Rafael Jordán Gómez, Antonio Alés Campos, Diego Lozano Correro y tantos otros, sois ese abismo en el que Dios puso su compás y las aguas sobre las que el espíritu siempre aletea. Junto a vosotros están los demás: Los emigrantes del desarraigo, las fatigas y la gota gorda. Emigrantes de Campillos, así… miles: Por Cataluña, Valencia, el país vasco, Francia, Suiza, Holanda, Alemania y Australia.
En Australia (en las antípodas) estuvieron Pedro Martín Llamas (q.e.p.d.), Miguel Escamilla y algunos más. En pantalón corto, sin camisa y un machete en la mano, trabajaban más de doce horas al día cortando y cargando caña entre cañaverales infestados de serpientes.
Diego Albarrán Correro (q.e.p.d.) trabajó en Palamós en una fábrica de mosaicos. Después en Palafrugell de transportista para una pescadería, yendo a Barcelona todas las noches en busca de pescado. Diego Albarrán asistió al entierro de Carmen Amaya en un pueblo que le dicen Bagur. Y, a los pocos días, lo contrataron para que demoliese con una excavadora el chalet donde había vivido la misma Carmen Amaya. A poco de regresar a Campillos, Diego Albarrán, igual que Hércules, llevó a cabo un trabajo más: tarea verdaderamente hercúlea. Yendo y viniendo con el camión, trajo desde Bailén hasta la avenida Manuel Recio de Campillos todos los ladrillos que configuran el Colegio nuevo de la Milagrosa. (Se merece una placa en la pared). Y así, tantos y tantos…
Otros campilleros, en vez de emigrar para poder comer, tuvieron que dedicarse al contrabando. La razón de este negocio subyacía en los desorbitados gravámenes a que estaban sometidas determinadas manufacturas, que podían ascender al cien por cien. Estos aranceles tan elevados estimularon una actividad económica de tal calibre que llegó a interesar a más de trescientas mil personas.
Era Gibraltar el gran depósito de contrabando para toda la península. Desde allí se traficaba con tejidos de seda y algodón, con tabaco de Cuba o de Virginia. Chocolate, azúcar, café, piedras de mechero. Como escribió Richard Ford, las cabras y los contrabandistas fueron los primeros ingenieros de caminos por las serranías de Ronda. Entre tantos y tantos estraperlistas había bastantes campilleros que se conocían todos los caminos a seguir. Unos tiraban por Estepona y Marbella hacia Málaga. Otros hacia Sevilla, después de pasar por Alcalá de los Gazules y Medina Sidonia, con una variante, el ramal que se desviaba hacia Tarifa y Cádiz por Vejer y Chiclana. Y un tercer camino era el que iba a Ronda, penetrando en la sierra por Gaucín y la vega del río Genal, con puntos estratégicos en Jimena, Castellar, Ubrique y Grazalema. En todos esos lugares bullía el comercio. Por medio existía toda una cadena de comisionistas, corredores, cargueros (mozos de cuerda) y arrieros a lomo de mulas. Y mucho dinero en sobornos a jefes de Estación y Guardia Civil para que todos hiciesen la vista gorda. Las gentes necesitaban comer. Una vez le oí decir a un andaluz: “En esta vida hay que comer y dejar comer, porque si uno come y no deja comer, ¡ezo é mú malo!
Hablando una tarde con Patrocinio Torres Casero, de casa solariega y negocio en la Cruz Blanca de Campillos, me contaba ella las penurias de la gente pobre en la posguerra. A su casa iban a pedir limosnas y comida. Todos los viernes. No iban de día, les daba vergüenza; llegaban de noche, sin hacer ruido. Y me contó que después de la guerra, teniendo ella ocho años, todas las mañanas y todas las noches oía la voz de una muchacha que gritaba: “¡No tenemos pa comer! ¡Yo quiero comer!”.
En la Cruz Blanca de Campillos había una cruz de piedra con faroles negros. Formando esquina con la calle Carmen, estaba la fragua y herrería donde el padre de Diego Albarrán (q.e.p.d.) marcaba la piel de los animales con hierro candente y clavaba las herraduras en los cascos de las patas de los mulos. Hasta allí llegaba la voz de aquella muchacha que no se contenía, agitada por la carencia dentro de sus tripas y el céfiro de la mañana: “¡No tenemos pa comer! ¡Yo quiero comer!”. A la Cruz Blanca acudían los obreros todas las mañanas buscando el trabajo que ofertaban los manijeros, y luego, por la noche, volvían al mismo sitio a cobrar el jornal. Si no tenían trabajo ni se dedicaban al estraperlo, para que los pobres pudieran comer, tenían que emigrar.
De manera que, tanto España como Andalucía y Campillos estamos en deuda con todos aquellos emigrantes. Salían los trenes abarrotados hacia Europa, Cataluña y el País Vasco. Aquel Ministro (D. José Solís, natural de Cabra), al que llamaban “La Sonrisa del Régimen”, nos quería hacer ver que tanta emigración suponía un excelente bien para la clase obrera y para España porque, según decía él, emigraban inexpertos y retornaban con dinero y capacitados. Lo que no nos decía el señor Solís era que, el dinero sudado por los miles y miles de emigrantes andaluces se venía a las Cajas de Ahorros, los beneficios se iban para Madrid, al INI, y (desde el INI) los Gobiernos de Franco lo endosaban a favor de Cataluña y el País Vasco, en la línea marcada en los Planes de Desarrollo por el Sr. López Rodó, siguiendo al pie de la letra los consejos que emanaban de la “Bilderberg” (Los amos del mundo) y de la Trilateral de Estados Unidos: No desarrollar a todas la regiones, sino sólo una o dos para, de esta forma, encontrar en las demás (por ejemplo Andalucía y Extremadura) la mano de obra barata.
Me he extendido en estas consideraciones porque la emigración tuvo mucho que ver con la aceleración de los acontecimientos y el desarrollo de la Transición. Los emigrantes con su desarraigo, penurias, fatigas y sufrimientos, en primer lugar, inyectaron mucho dinero a la economía española. Esto nunca se lo han agradecido. En segundo lugar, quiero decir que la democracia, a España, no la trajo ni el Rey ni Adolfo Suárez, la trajo el pueblo. Y dentro del pueblo, los Emigrantes. ¿Les suena aquel slogan de Joaquín Costa cuando España (por el tratado de París de 1898) perdió su Imperio, aquel Imperio donde nunca se ponía el sol? Fue entonces cuando Joaquín Costa Martínez, nacido en Monzón (Huesca), después de haber sido albañil, jabonero y carpintero para poder comer y estudiar, siendo notario en Jaén, decía tener la clave para solucionar los problemas de España. No era una, eran dos: La primera, un slogan: “Escuela y Despensa”. La segunda, un clamor: “Sellemos con siete llaves el sepulcro del Cid y abramos una ventana a Europa”.Los primeros en atravesar el umbral de Europa en masa no han sido los turistas. Fueron nuestros emigrantes. No iban de vacaciones. Iban a trabajar, a dejarse la piel, y así, de esta forma, conectaron con otras culturas, con otros códigos de pensamiento, con una tabla de valores más igualitarios y democráticos. Y mientras nuestro ministro, el Sr. Ullastres, elaboraba sobre el papel aquellos convenios o tratados preferenciales con el Mercado Común, los emigrantes comenzaban a reclamar una España democrática que luego los políticos, tras la muerte de Franco, modelaron e institucionalizaron en la Constitución de 1978. Cómo se llevó a cabo ese complejo proceso, desde los pueblos, y más en concreto en Campillos, lo iremos viendo en los próximos capítulos.
Quiero terminar esta primera parte manifestando que no es fácil hablar sobre Campillos. Siempre nos equivocamos. Con otras palabras: nunca acertaremos del todo porque hay muchos Campillos dentro de Campillos. Un testigo lo mismo que el historiador ve sólo lo tangible. Los dos se quedan cortos. Yo conozco cuatro novelas que hablan de Campillos. El novelista no hace historia. Descubre y plasma arquetipos. Nos muestra a un SER “en situación”. Campillos, para un novelista, necesariamente ha de ser “Un pueblo en SITUACIÓN”. Y ello, a tres niveles: “SUB-SITUACIÓN”, “SUPRA-SITUACIÓN” y “TRAN-SITUACIÓN”. Nos cuenta lo que nunca aconteció, porque es perenne y acontece siempre. Deformando hechos, escenarios y personajes, lo distorsiona todo para así ofrecernos una visión más absoluta de la realidad.
CAMPILLOS es “Campochico” en la novela “Sin Trompetas ni Tambores”, de Diego Moreno Jordán. Con un final insólito pero delicioso, cuando el dueño del capital y de las tierras escucha los consejos de quien las trabajó y ahora se las compra (en realidad, aquella persona serena y honesta que al final le compra al dueño su “Casita de Papel”). Me estoy refiriendo a Benito Palacios (q.e.p.d.), un hombre cabal con aquellos ojos tan bellísimos y aquella mirada siempre conciliadora, un poquitín triste pero impecable por su belleza. Benito Palacios era muy amigo de mi suegro, don Francisco Padilla Casero. Dos personas ejemplares, dos almas bajo la égida de la honradez.
Es “Vilacampa” otro Campillos dentro de CAMPILLOS, en la novela “Paisaje del Sur”, de Paco Caballero Mesa, nacido en la calle Molinos, catedrático de Historia, abogado y exconcejal del Ayuntamiento de su pueblo por el tercio familiar. Yo he sido alcalde, gracias a él, como veremos en el siguiente capítulo. Si mis recuerdos no fallan, esperaba de Caballero Mesa otra novela con el título de “La Frontera”. La tendrá guardada en algún cajón o dormida en los cofres de su mente.
Una tercera novela lleva por título “Al-Ésjaton”, siendo Al-Ésjaton otro Campillos dentro de CAMPILLOS. El autor describe a Campillos en dos planos o dimensiones: por el DÍA y por la NOCHE. De día acontece lo que acontece y muchos de ustedes ya conocen. Por la Noche, siendo
los mismos personajes, trastornan la memoria, huyen de sus casas porque se han propuesto un inmenso plan, conseguir, conquistar ¿qué? No lo diré. Sí les adelanto que lo consiguen; cómo lo consiguen, tampoco estoy autorizado a revelar. Comencé a escribir mi novela “Al-Ésjaton” hace 30 años, mas no me atrevería todavía a publicarla.
Para finalizar, decirles que un antiguo alumno del Colegio San José, Julio Quesada Martín, catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, publicó en 1998 su primera novela “El Último Filósofo”, editada por Huerga & Fierro. Les ofrezco a continuación el comienzo de la Primera Parte que lleva por título La Vuelta Atrás:
“Durante un montón de años Tomás estuvo obsesionado con los recuerdos de sus siete cursos en el Internado de Campillos. Al terminar el Bachillerato, después del Preuniversitario, había olvidado prácticamente aquellos siete años. Pero con el tiempo, la memoria del Colegio San José fue creciendo en los pulmones, en la garganta, en el corazón, en las palmas de las manos, hasta tal punto que con una hija en el mundo, aún seguía teniendo pesadillas…”
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CÉSAR RODRÍGUEZ DOCAMPO.
LA TRANSICIÓN EN CAMPILLOS (MÁLAGA), TRAS LA MUERTE DE FRANCO.
Recuerdos de quien fue el primer alcalde elegido a votos después de la muerte de Franco.